Es la tercera vez que la muerte de alguien muy importante en mi vida me arrebata la alegría y la ilusión. Me doy cuenta de que aunque ya he experimentado esto antes y aún entendiendo que es un ciclo natural de la vida, el dolor que me inunda es el mismo que las veces anteriores.
El sentimiento de que ya no estarás más entre nosotros se apodera de mi presente llenándome de reflexión. Cometemos el error de pensar que las personas siempre van a estar ahí, que nunca se van a ir de nuestro lado y dejamos que el tiempo se nos escape desaprovechando en algunas ocasiones la oportunidad de decir algo, de compartir una experiencia o de entregar lo mejor de nosotros por estar ocupados en nuestros hábitos diarios y otras veces por enfocarnos en cosas insignificantes.
No veo la muerte como algo malo, la veo como un proceso de cambio o transformación para el ser que trasciende la vida. En mi corazón sé que todos los que se han ido lo han hecho en el momento preciso pues todo es perfecto tal y como es, pero aún entendiendo de esta manera la muerte, los que nos quedamos aquí pasamos por un proceso de pérdida muy grande que en muchas ocasiones toma demasiado tiempo.
Cuando mi madre murió entré en un proceso de negación que duró años, lloraba muy poco y me hacía la fuerte frente a los demás, “la vida continua” solía decir cambiando el tema inmediatamente.
En ese momento no era consciente del error que estaba cometiendo, negar la realidad sólo me alejaba de hacer el duelo y de recuperar la alegría de vivir. Cada día era peor, lo único que me gustaba hacer era dormir o hacer cualquier cosa que mantuviera mi mente fuera de la realidad. Estaba cayendo en un hoyo sin fondo del cual sólo yo podría salir. No tenía ánimos para vivir el día a día, no encontraba mucho sentido a mi existencia que de un día para otro había dado un giro de 180 grados. En resumen, estaba muriendo mientras vivía.
Un día por alguna razón desperté de esa pesadilla que yo misma había creado y me di cuenta de que la mejor manera de honrar a mi mamá era siendo feliz; eso era lo único que ella quería para mí, deseaba que cumpliera mis sueños, que encontrara mis propias respuestas y que fuera libre; “disfruta cada día como si fuera el último” fueron sus palabras antes de partir, palabras que por muchos años no comprendí. Entonces comencé a llorar, a darme cuenta de todo el dolor reprimido que se había acumulado en mí envenenándome poco a poco y envenenando mi entorno. Al haber perdido mi alegría estaba generando resultados muy negativos.
Después de experimentar el dolor por la pérdida, de darme cuenta de que no tenía que ser fuerte y que aceptar mi debilidad y mi humanidad eran mi verdadera fortaleza; las lágrimas fueron para mí como el fuego es para el ave Fénix, y logré renacer. Renací a una vida llena de esperanza, de positivismo, de agradecimiento; comencé a valorar la posibilidad de estar viva y de poder respirar el aire; de oler una flor; de ver un atardecer; de escuchar los pájaros en la madrugada y sobretodo de poder sentir y compartir con la naturaleza y con todos los seres que aún me rodean; dejé de sufrir por lo que no tenía y empecé a valorar todo y a todos los que son parte de mi realidad.
Desde hace 12 años, cada vez que alguien muere revivo este proceso en el que me niego a mi misma la verdad, en el que luego comienzan a fluir el llanto y el dolor hasta que ya no queda ni un poquito dentro para dar paso a la aceptación de la partida de un ser querido.
Hoy agradezco el tiempo que me regaló mi madre, sus enseñanzas, su cariño, su ternura, sus caricias, su curiosidad por entender el comportamiento del ser humano, su sabiduría y sobretodo su amor incondicional. Agradezco el ejemplo que me dio mi abuelo, él se mantuvo en paz con todo y con todos hasta el día de su muerte y fue un hombre verdaderamente exitoso porque logro ser feliz. Te agradezco a ti, querida amiga y compañera de camino porque crecimos juntas, disfrutamos, viajamos, nos reímos, lloramos, discutimos, nos guardamos secretos, nos apoyamos y lo más importante nos dimos lo mejor la una a la otra de manera generosa y sin esperar nada a cambio. Siempre estarás viva para mi, tu energía y nuestros recuerdos estarán siempre presentes, tu sonrisa, tu brillo y tu alegría nos acompañarán a todos los que tuvimos la suerte de ser parte de tu experiencia.
“Volveremos a vernos”
Hace unos días una buena amiga me preguntó: ¿qué harías hoy si supieras que es tu último día de vida?, hoy me gustaría que ustedes se hicieran la misma pregunta…
Yo… elijo ser feliz; elijo dar lo mejor de mi a todos los que me rodean porque no se si estarán mañana a mi lado; elijo amar y ser amada; elijo creer en las personas; elijo decir lo que siento antes de que sea tarde; elijo honrar a los que han partido recordando su belleza, su luz y los buenos momentos; elijo construir un mundo mejor, un mundo sin odio, sin orgullo, sin rencor; elijo ser transparente y autentica; elijo ser generosa y dar sin expectativas; elijo deleitarme con cada momento que los demás me brinden y elijo…
DISFRUTAR CADA DÍA COMO SI FUERA EL ÚLTIMO
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