En cada uno de
nosotros, a pesar que todo puede verse normal desde afuera, se entabla
normalmente una feroz contienda entre dos poderosos rivales. Por un lado, el
corazón, que nos impulsa en base a nuestros sentimientos y deseos más
profundos, prescindiendo en ocasiones de cualquier contacto con la realidad.
Por otro lado, el
cerebro, que enarbola la razón como su principal arma y tiene otra forma de
funcionamiento, basado en el análisis. Ambos están en un
conflicto interminable: a veces gana uno, a veces gana el otro. Cuando gana el
corazón y algo sale mal posteriormente, se vienen los reproches por el lado del
cerebro: “¿por qué no me hiciste caso?”, dice normalmente, “¿por qué no
atendiste lo que te estaba diciendo?”.
En cambio, cuando al
tomar una decisión el vencedor es el cerebro, queda en ocasiones una sensación
de desánimo y malestar: “es quizás lo correcto, pero esta decisión me hace
sentir mal”, dice el corazón.
¿Será posible
conciliar estos dos aspectos?: Puede ser difícil,
pero es imprescindible para que las cosas lleguen a buen puerto.
Por turnos: Específicamente en
el campo del amor, normalmente estos dos colosos se turnan para tomar el
control de la situación.
Al comienzo,
normalmente el que manda es el corazón. Cuando conocemos a alguien, somos todo
sentimiento y pasión, sueños y deseos. Todo se idealiza y prácticamente no
vemos ningún defecto en la persona que tenemos enfrente. En el devenir de la
relación, cuando esta se va desarrollando, va apareciendo lentamente el trabajo
del cerebro, que comienza a ordenar los datos que van surgiendo. A veces de
manera cruel, hace aparecer muy claras cosas que antes no habíamos visto, nada
escapa a su análisis.
El corazón es muy
poderoso, prácticamente dicta nuestro sentir ante el mundo, nos hace ver las
cosas de uno u otro color, sentirnos bien o mal.
El cerebro también
lo es: somos racionales, no desconocemos las cosas. Muchas veces nuestra razón
nos indica claramente el camino. ¿No te ha pasado despertarte y encontrar
resuelto un problema con el que te habías acostado? Es el silencioso trabajo de
razonamiento, que suma, resta y saca conclusiones.
Si lo que ambos
dicen va en el mismo sentido, no habrá problemas; pero el inconveniente es
cuando uno dicta una cosa y el otro, lo contrario.
Inmovilizados: Puede ser en el
comienzo de una relación o si debes decidir si seguir o no: la batalla puede
ocurrir en cualquier momento. En estos momentos de
tensión entre uno y otro, varias cosas pueden ocurrir. Normalmente es un
momento de profundo malestar emocional, ya que el no saber qué hacer genera una
dolorosa incertidumbre, que incluso puede tener repercusiones físicas.
Si la situación no
se inclina ante uno u otro lado o no encontramos la manera de conciliar la
“opinión” del corazón y la del cerebro, podemos llegar a estar en una incómoda
posición de detención: prácticamente estamos inmovilizados. Corazón y cerebro
no se ponen de acuerdo y tú quedas a merced de ellos, impotente ante su batalla
e imposibilitados de avanzar en ningún sentido.
Qué hacer: En realidad, no es
algo extraño que ocurra este “tira y afloje” entre ambos aspectos. Aunque nos
preguntemos, en ocasiones casi desesperadamente, por qué no podemos lograr que
ambos trabajen en la misma sintonía, en realidad es algo normal que no lo
hagan, ya que su finalidad es diferente.
El corazón permite
enfrentarse a los desafíos en forma más inmediata y responder rápidamente, de
acuerdo a los sentimientos más primarios, mientras que el cerebro analiza las
cosas desde una perspectiva más “racional”, evaluando los pros y los contras de
cada situación, considerando aspectos como la seguridad y conveniencia. Ambos
son necesarios para enfrentar el mundo y, por lo tanto, lo ideal es lograr que
trabajen en conjunto, complementándose en las diferentes ocasiones. Lograr un
equilibrio es lo ideal, pero muchas veces nos parece imposible.
Lo ideal es que
estos dos aspectos se sumen, no que antagonicen. Si logramos conciliarlos,
seguramente la decisión a tomar sea la mejor para nosotros.
Como en otros
aspectos de la vida, normalmente la solución esté en el medio de lo que dicten
corazón y cerebro. Meditando y observando dentro de nosotros, podremos ver qué
es lo más importante y trascendente en cada situación para llegar a la armonía
entre ambos.
También es bueno
considerar que, para que algo sea fructífero, debe combinar en la justa medida
ambos aspectos. La razón por sí sola no fructifica. Ayuda a entender las
situaciones y organizarlas, pero si no interviene el corazón, nada crece y
evoluciona.
Tampoco es saludable
atender solo a lo que diga el corazón, porque podría llevarnos a situaciones
muy complejas y negativas para nosotros.Escucha lo que dice
tu corazón, pero, hazlo pasar por el filtro del cerebro: seguramente así todo
saldrá bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario