Pocas son las canciones que me sé de memoria, y una de ellas dice así: “…sé que tú no puedes, aunque intentes, olvidarme, siempre volverás una y otra vez, aunque no sientas más amor por mí solo rencor, yo tampoco tengo nada que sentir y eso es peor. No cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor.”
Sí, algunas veces me he sentido identificada con ésta canción y es que la costumbre es un sentimiento paralizante que termina camuflándose entre un montón de otros sentimientos, por ejemplo, el amor. Incluso muchas veces la costumbre resulta definitivamente más fuerte, porque nos hace creer que todo está bien y aunque no lo esté, no movemos un dedo para modificar o salirnos de la situación en la que estamos.
Solemos sentirnos cómodos cuando nuestra relación se vuelve una costumbre, ya que esto implica constancia y una aparente seguridad, lo que nos resulta mucho más atractivo que la realidad de no saber qué pasará mañana, el mes o el año próximo.
Ya lo dice el conocido refrán: más vale malo por conocido, que bueno por conocer; y aunque no lo creas, esa es la base de muchas relaciones, muchas de ellas infelices, por cierto. La razón de ello es que la costumbre que se apoya en el miedo para sostenerse, es más una condena que un argumento válido para estar con una persona.
Al respecto y a favor de aquellos que se encuentran en una situación así, se vale decir que quizá no sean conscientes de esa dependencia. Es por ello que comparto contigo las siguientes situaciones. Pon atención y ten cuidado si te identificas con ellas, ahí puede estar la respuesta a la pregunta sobre si lo amas, o no sabes vivir sin él.
Priorizas sus necesidades por encima de las tuyas: Es como si de pronto hubieras asumido que tú eres menos importante y que, mientras la otra persona esté satisfecha, las cosas estarán bien.
Necesidad de agradarle todo el tiempo: Sientes que es tan débil el lazo que los une, que el más mínimo desacuerdo podría echar a perder la relación, de allí que se vuelva casi obsesivo darle gusto en todo.
No te atreves a ser realmente tú: El miedo a no ser y hacer lo suficiente para que él se mantenga a tu lado, es un claro ejemplo de que te has inventado un personaje sobre ti misma, para obligarte a encajar en su mundo.
Limitas tu vida a esa persona: Todo tu universo está dirigido hacia él o ella. Casi no tienes amigos e incluso el contacto con tu familia es mínimo, ya que no te atreves a hacer nada sin el previo consentimiento de esa persona.
Miedo a estar en soledad: La baja autoestima nos lleva a pensar que no tenemos lo necesario para salir adelante por nuestra cuenta, por lo que preferimos mantenernos donde estamos, en vez de intentar algo nuevo por cuenta propia.
La vida en pareja puede llegar a ser gratificante, darnos sentido en la vida y hacernos sentir realizados. La idea de tener nuestra propia familia es un gran incentivo, sin embargo, es importante hacerlo por las razones correctas y no solo porque el miedo nos hizo conformarnos con una situación. Si decides permanecer al lado de una persona, que sea porque le amas, y no debido a que no sabes vivir sin él.
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