Cuántos errores cometemos en
nombre del amor. Idealizamos amigos, historias y , sobre todo, a la persona que
amamos. Nos cegamos tanto que llegamos a sacrificar lo que nunca deberíamos:
nuestro corazón, nuestra felicidad, y a veces, incluso, nuestra dignidad.
Me enamoré de quien no debería
hacerlo, jamás. Llegué a construir historias que sólo existían en mi mente, el
sueño ideal que siempre soñé para mi vida. Me bastaba una simple promesa para
entregar todo sin pensar, arriesgando mis sueños, mis anhelos, mi esencia. Me
volví tan irracional, que pasé por alto defectos que nunca pensé que sería
capaz de soportar. Y yo me creí muy valiente cuando los demás sólo decían que
era una tonta por amor.
Hice lo imposible por mantener
feliz a ese hombre, sólo bastaba que me dijera que me amaba y yo era capaz de
cualquier cosa. Lo complacía pensando que de ese modo el estaría contento y
nunca pasaría por su mente irse de mi lado. Omití detalles y aprendí a fingir
que todo estaba bien, siempre, cuando en realidad, yo sentía que ya no estaba
bien nada. Y así, poco a poco, llegó un día en que me estrellé con la realidad…
estaba perdiendo mi dignidad.
Él lo sabía y se aprovechaba
de eso para manejarme a su antojo. Pero el verdadero problema, era yo misma,
que no me estaba respetando y le estaba permitiendo sobrepasar los límites. Y
todo porque “lo amaba”.
¿En qué momento me olvidé de
mí? ¿Hasta qué punto estaba dispuesta a llegar con tal de no perderlo? ¿Qué
significa sacrificarse por amor? ¿Cuál es el alto precio que tengo que pagar
por que me amen? ¿Acaso eso el amor?
Me olvidé de mí cuando comencé
a perder mi esencia, cuando inconscientemente perdí el amor y el respeto hacia
mí. Cuando dejé que alguien que no sabe lo que es el amor cortara mis alas.
Cuando dejé que limitara mis sueños y mi alma se debilitara. Cuando dejé de
expresar libremente lo que sentía por miedo a que me abandonaran. Cuando la
alegría y los buenos momentos se transformaron en sentimientos de fracaso e
insatisfacción.
No, eso no podía ser amor. El
amor no puede permitir que se pierda la dignidad. Amar nunca debe suponer
renunciar a uno mismo. Para poder amar, de verdad, uno necesita primero
conocerse a sí mismo, ser consciente de su personalidad, de su esencia, de su
forma de pensar. Tenemos que tener claro que nada ni nadie debe cambiar nuestros
valores ni nuestras convicciones. Nadie debe, por ningún motivo amenazar
nuestra dignidad y nuestra felicidad. Porque quien te ama de verdad, te
aceptara como eres sin necesidad de fingir.
Hice parte de mi mundo y
entregué todo a quien, lamentablemente, no merecía la pena, mucho menos, mi
amor. Lo amé hasta que mi dignidad dijo: “No es para tanto”, mírate en un
espejo, tú no eres juguete de nadie, ámate, valórate y respétate como mujer.
No siempre es fácil tomar la
determinación de dejar atrás a quien nos hiere, especialmente si aun sigues
amando a la persona, pero decidí hacerlo, decidí salvar mi propia vida y sanar
mi corazón. Decidí amarme, porque después de todo, nadie lo hará por mí, no si
yo no lo hago primero. Amar es increíblemente extraordinario, de eso me queda
la menor duda, pero también es cierto, que el amor más bonito es el que
sentimos por nosotros mismos.
Me armé de valor y me miré en
un espejo, y reconozco que no soy perfecta, que tengo virtudes y errores,
aciertos y defectos, pero siempre intento mejorar. Pero sé lo que valgo y no
volveré a dudar de mi fuerza. Nunca más me volveré a conformar con un amor a
medias, ni a permitir que mi corazón vuelva a sufrir por una mala relación. No,
ya no. Ya me cansé de llorar, ya no quiero sufrir más, por lo que desde mi
interior, voy a sanar cada herida.
A partir de este momento, la
única que decide y resuelve mi vida, soy yo. Estoy aquí para ser feliz y de
ahora en adelante voy siempre de pie, con la dignidad intacta, aun cuando tenga
roto el corazón.
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