“Me siento mal cuando estoy con el. Me incomoda y sacó una parte de mí que no me gusta. Si hablo de alguna cosa, sus comentarios son sutiles pero noto algo de desprecio. Ya no sé si es cosa mía o que veo fantasmas. No sé si son celos, envidia… Pero me siento vulnerable a su lado y cuando se marcha respiro. Noto que no soy capaz de separarme de él aunque creo que debería marcar cierta distancia. Esta situación me está cambiando el carácter y me crea cierta tristeza”.
Puede ser tu pareja, tu madre, un jefe, un compañero de trabajo, un cuñado, un amigo… Todos tenemos cerca de nosotros alguna persona, cuyo comportamiento, presencia o forma de relacionarse nos altera y nos quita la paz.
Son las personas tóxicas. Las hay de todos los tipos: desde inestables y celosos a paranoicos, inmaduros o neuróticos. Tienen la capacidad de desestabilizarnos, a veces en segundos. En ocasiones somos nosotros los que permitimos que accedan a nuestro círculo más cercano esas personas tóxicas, egoístas, inmaduras, insensibles u orgullosas. Ellos se asientan en nuestras vidas opinando y evaluando constantemente nuestras acciones y palabras. Se vuelven espectadores con derecho a opinar sobre todo lo que decimos o hacemos y por tanto resulta muy difícil crear vínculos sanos con ellos.
Son expertos manipuladores y saben detectar con gran finura los puntos débiles de sus víctimas. Gozan de una gran habilidad de estrategia mental. No debemos olvidar que el tóxico, por definición, asfixia constantemente a los que elige para tal función.
Las personas tóxicas no aportan nada positivo en la vida. Cuando se trata de relaciones de pareja, o con familiares a veces surge un fenómeno de enganche y dependencia que cuesta ver y reconocer. Uno se autoconvence de que no son personas que alteran el equilibrio interior e insiste en mantener esa relación tóxica por el miedo a la soledad y aguanta situaciones que no debería.
Hay que aprender a ser felices, porque la felicidad se aprende y se ejercita. En ocasiones no somos capaces de hallar esa felicidad porque estamos constantemente pendientes en satisfacer las necesidades emocionales de otros, que a veces son tóxicos.
En la actitud y manera de luchar contra ellos está la clave de conseguir no ser intoxicados. Hay que conseguir que no invadan nuestro mundo interior, y que no anulen nuestra capacidad de toma de decisiones. Se precisa un ejercicio intenso para evitar ser dominados por su veneno. Son los denominados “vampiros emocionales” por su capacidad de absorción psicológica, invadiendo tiempo, pensamientos y emociones.
Aquellos que se dejan invadir por personalidades tóxicas pueden acabar con sintomatología ansioso-depresiva, sentimientos de culpa, de dependencia y con una consecuente repercusión en la autoestima.
5 claves para gestionar a esa persona toxica
1- Sé discreto con esas personas. En cualquier momento pueden usar la información que tienen para anularte o hacerte daño. Las personas que te quieren se alegrarán de tus éxitos y sabrán apoyarte en los momentos de dificultad.
2- Ignora la opinión de la gente tóxica. Así serás libre de sus palabras y comportamientos. Relativiza su comportamiento, no le des tanta importancia. De ti depende que ellos te influyan. Aprende a ponerte un impermeable psicológico, donde te resbalen sus miradas, comentarios o críticas. Debo preguntarme, ¿quiero que esa persona tenga tanta importancia en mi vida?.
3-Decía Dalai Lama: “Deja ir a personas que solo llegan para compartir quejas, problemas, historias desastrosas, miedo y juicio de los demás”. Intenta olvidarte de esa persona tóxica. Aléjate, poco a poco o de manera directa. Despídete si es necesario y sino huye. No hay que olvidarse que hay personas que llegan a nuestras vidas y la mejoran, pero hay otras que cuando se alejan, la mejoran aún más.
4- Si no puedes “despedirte” porque forman parte de tu vida, aprende a convivir con ellas. Intenta analizar aquello que te causa tal grado de inquietud en tu relación con esa persona. Lo primero es determinar si se trata de “un tóxico universal. todos opinan que es tóxico y perjudicial- o si se trata de un “tóxico individual”-que sobre todo te afecta a ti. Tras ese primer paso, el segundo análisis consiste en desmenuzar la raíz de la toxicidad. Esto significa, ¿qué sucede en mi cuando veo a esta persona?, ¿surgen sentimientos de inferioridad, de debilidad, de rabia, de temor, de ira? Sé tu propio terapeuta y avanza en el diagnóstico. Intenta comprender a esa persona tóxica, ¿qué le sucede? ¿por qué me trata así? Siempre me ha ayudado mucho este lema-nombre de mi blog- “comprender es aliviar”. Cuantas veces, al comprender la situación por la que pasan otras personas, su biografía, sus traumas o problemas, nos podemos compadecer y dejar de sufrir. Paso a realizar una propuesta arriesgada: perdonarlas. Un corazón resentido no puede ser feliz, y muchas veces el perdón es el mejor bálsamo que existe.
5- Tener cerca “personas vitamina”. Estas personas producen el efecto contrario en nuestra mente y en nuestro organismo. Son capaces de alegrar el corazón en segundos. Recomiendo tener a mano personas buenas, con intenciones sanas que nos fomentan y enriquecen el equilibrio interior.
Cuando consigas que las personas tóxicas no te hagan vulnerable habrás ganado la batalla y conseguirás la paz interior que deseas.
Muchas veces permitimos entrar en nuestro círculo más íntimo a los chismosos, a los envidiosos, a gente autoritaria, a los psicópatas, a los orgullosos, a los mediocres, en fin, a gente tóxica, a personas equivocadas que permanentemente evalúan lo que decimos y lo que hacemos, o lo que no decimos y no hacemos.”
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