Soy Eva Bargues. Después de
muchos años de lucha con mi cuerpo, trastornos alimenticios y una relación
emocional problemática con la comida decidí formarme como Holistic Health Coach
para sanarme a mí misma. El cambio que experimenté en mi vida fue espectacular,
una verdadera liberación. Y sentí que tenía que ofrecer mi ayuda a personas que
se encontrasen en una situación similar a la mía. Trabajo contigo para que
consigas el cambio en tu alimentación que aumentará tu energía, mejorará tu
salud y tu relación emocional con la comida.
No puedo casi ni recordar
cuando empecé a luchar con mi imagen corporal. A los 5 años yo era una niña
flacucha y ojerosa pero cuando me operaron de las amígdalas me convertí en un
par de meses en una bolita. Aparecieron los insultos de otros niños y mis
inseguridades se fueron afianzando en mis cimientos. Desde entonces ya no
volvería a querer a mi cuerpo hasta hace unos pocos años. Y ya tengo 48.
Este mismo problema afecta
hoy a muchísimas mujeres y a no menos hombres. Este problema afecta a la
felicidad de muchas personas y a la sociedad como un todo. La mayoría de
nosotros no dejamos de enviarnos mensajes negativos y autodestructivos
referentes a nuestro cuerpo, nos embarcamos en dietas restrictivas y alocadas
muy perjudiciales para nuestra salud, nos pasamos la semana negándonos el
alimento para después darnos atracones o “premiarnos” el fin de semana con el
consumo de alcohol y comida poco saludable. ¿Es esto realmente un premio?
¿Por qué odiamos nuestro
cuerpo?
¿Por qué tanta gente
(especialmente tantas mujeres) odian algunos aspectos de su cuerpo y sienten la
obligación de estar siempre siguiendo una dieta restrictiva?
La respuesta la encontramos
en nuestra sociedad actual, en los medios de comunicación, en los ideales de
talla, peso y tamaño y en la creencia generalizada de que cierta tallas y
ciertos cuerpos son atractivos y el resto no lo son.
Los intereses detrás de
estos ideales consiguen hacernos sentir inseguros para que la industria detrás
de esos intereses se enriquezca a costa de nuestros complejos. Pero lo cierto
es que las dietas no funcionan. La solución es aprender a amar nuestro cuerpo
como es y alimentarlo de forma saludable para mantenerlo en su mejor forma y
que renazca su belleza natural.
Seguir constantemente una
dieta restrictiva es perjudicial para tu salud mental y muy perjudicial para tu
salud física.
¿Por qué es importante la
percepción que tienes de tu cuerpo?
Tener una percepción
negativa de tu cuerpo puede desembocar en depresión, ansiedad, desórdenes
alimenticios, aislamiento, desesperanza y sensación de no ser útil.
Sentirse insatisfecho con el
propio cuerpo está directamente relacionado con una autoestima baja y la
autoestima baja desemboca en un sinfín de problemas de salud.
Y si sabemos que es tan
perjudicial tener pensamientos negativos sobre nuestro cuerpo ¿por qué seguimos
alimentado esos pensamientos? Porque la mayoría de nuestros pensamientos se
generan automáticamente en nuestro subconsciente dirigidos por patrones y modelos
que hemos aprendido e incorporado en alguna etapa de nuestra vida.
La diversidad de cuerpos es
una realidad. No tiene sentido juzgarnos porque seamos diferentes o porque
estemos lejos de un patrón que la sociedad del “primer mundo” ha elegido como
soporte de una industria de la belleza (farmacéuticas, moda, cosmética,
ejercicio…) que sólo sobrevive gracias a nuestro sentimiento de no ser
suficientemente delgadas y ni suficientemente bellas.
¡Yo misma pasé gran parte de
mi vida luchando contra mi peso natural y mi constitución porque según esos
patrones era “demasiado grande”!
¿Sabes cuántas cosas dejé de
vivir en mi vida por el estado de ansiedad, el miedo al rechazo y la
culpabilidad que MIS PROPIOS pensamientos creaban en mí? Mejor ni lo pienso, ya
me he perdonado por ello.
El mensaje principal que te
quiero dar hoy es que aceptes y ames tu cuerpo y que vivas tu vida con
intensidad disfrutando de todo lo que puedes hacer gracias a tu cuerpo. Tu
cuerpo es una herramienta para alcanzar todos tus sueños, no es un ornamento.
Sé que no es fácil, pero al
menos inténtalo. Sigue leyendo por favor.
¿Cómo puedo conseguir
aceptar y amar mi cuerpo?
Es importante que empieces
identificando el lenguaje que utilizas para hablarte a ti misma. ¿Qué cosas te
dices? ¿Es todo negativo? ¿Qué mensajes te das cuando ves tu cuerpo en el
espejo?
Son esos mensajes y no tu
cuerpo los que te van a hacer sentir mal. Sí, ¡es verdad!
Inténtalo. Coge un papel y
un bolígrafo y escribe ahora los pensamientos que tienes sobre tu cuerpo, lo
que te dices habitualmente, tanto lo positivo como lo negativo
Mensajes Negativos Mensajes Positivos
Ahora contesta a estas
preguntas:
1. ¿Cuándo aparecen estos pensamientos? Por
ejemplo: en la ducha, al vestirme…
2. ¿Qué emoción me producen? Por ejemplo:
tristeza, culpa, frustración, odio…
3. ¿Qué hago para tapar esa emoción? Por
ejemplo: no me miro nunca al espejo, me consuelo comiendo chocolate, me doy un
atracón…
Es importante que
identifiques estos momentos para no dejarte llevar por los pensamientos y todo
el ruido mental, que van a generar una emoción que te hará sentir mal y te
conducirá muy probablemente a comer más.
¿De dónde viene entonces la
raíz de todo? ¿De dónde vienen esos pensamientos? ¿Por qué los tienes tú y esa
amiga tuya que tiene algo de sobrepeso y aun así es feliz y se siente tan
atractiva no los tiene? Revisa tu historia personal. No se trata de culpar a
ciertas personas que en un momento te inculcaron ciertas creencias, si no de
entender lo equivocada que es la naturaleza de esa creencia. Los padres, los
hermanos y los amigos de la infancia juegan un rol importante en el desarrollo
de un mal concepto de nuestra imagen corporal.
¿Recuerdas alguno de estos
mensajes que te impactaron tanto que te siguen condicionando a diario? Yo sí,
yo tenía terror a encontrarme con un tío mío que siempre me decía que estaba
gorda y que perdiera peso o nunca sería feliz y que si no perdía peso mis
parejas me abandonarían… Imagínate, menudo mensaje para darle a una niña. Lo
fuerte es que yo dejé que ese mensaje condicionara mi vida durante muchísimos
años.
Si has identificado algún
mensaje escríbelo con detalle, quién te lo dijo, cuándo, cómo, qué te dijo… Y
ahora reflexiona… ¿Quieres que esa creencia siga formando parte de ti en
realidad? ¿Quieres seguir reviviendo ese momento cada vez que te miras al
espejo o prefieres liberarte de él para siempre? ¿Quieres oír la voz de esa
persona juzgándote o quieres oír tu propia voz queriéndote? ¿Tiene algún
sentido que tu diálogo interior se base lo que alguien te dijo hace muchos años
de forma irracional y totalmente inútil para ti? Si empiezas a cuestionarte
todo esto ya estás dando un gran paso.
Ahora ya puedes reconocer
todos esos mensajes y admitir que ya no los compartes, que no los necesitas y
que no quieres que sigan dañándote.
Recuerda una cosa: los
pensamientos son sólo pensamientos. No son la verdad absoluta, no son la realidad,
no son la verdad suprema. Son un diálogo interno, nada más. Creemos que
nuestros pensamientos son la verdad, pero no lo son. Y si esos pensamientos,
que no son verdad, además disparan en ti emociones incómodas que te hacen,
entre otras cosas, comer sin control ¿no crees que es mejor empezar a descartar
dichos pensamientos?
Una forma de ignorar esos
pensamientos es centrarte en el momento presente. ¿No te ha pasado que estás
tan centrada en ese diálogo negativo interior que todas tus vivencias se ven
afectadas? Imagínate que has quedado con unas amigas, te pones un pantalón que
te aprieta un poco más que la última vez que lo llevaste, empiezas a decirte
que estás gorda, que te queda fatal, que no sabes controlarte, que así no
sales… Tu humor cambia, te sientes mal y lo más fácil es que esa noche te lo
pases fatal y que comas y bebas de más para mitigar ese mal humor. Al día
siguiente la sensación se multiplica y decides empezar una dieta restrictiva… y
ya estás otra vez en el círculo sinfín. Todo ese proceso no se habría producido
si en lugar de centrarte en esos pensamientos los hubieras dejado pasar y te
hubieras centrado en vivir la velada de forma serena y alegre.
Puedes intentar desconectar
de ese diálogo igual que, por ejemplo, desconectas de la tele cuando hay
anuncios. Los pensamientos pueden seguir ahí, como los anuncios, pero tú no les
haces caso.
Céntrate en el momento
presente:
Si estás hablando con
alguien, centra toda tu atención en esa persona.
Si estás en un evento social
donde hay comida, no comas y hables a la vez. Si estás hablando, centra tu
atención en hablar, si estás comiendo centra tu atención en comer, así serás
consciente de lo que comes y no acabarás comiendo muchísimo más de lo que has
saboreado.
Deja de rumiar un
pensamiento una y otra vez. Esto es inútil y destructivo y te desconecta de la
vida plena y real.
Siente el agua resbalando
por tu cuerpo cuando te duchas. Disfruta de la sensación de bienestar.
Disfruta del paisaje si das
un paseo. Céntrate en todos los detalles del entorno.
Si tienes niños, concéntrate
en estar con ellos al 100% cuando te piden jugar con ellos.
¿Y qué hago para estar en
paz con la comida?
Lo ideal sería en realidad
que escucharas las señales de tu cuerpo, no que te dejaras llevar por un montón
de reglas, algunas totalmente ilógicas y muy difíciles de seguir. Lo que ocurre
es que a estas alturas puede haber un pequeño problema para que consigas seguir
tu sabiduría natural: que tu cuerpo esté tan abotargado que no puedas escuchar
sus señales y que tengas tantísima información rondándote por la cabeza que ya
no sepas cómo decidir qué comer.
Tienes que empezar a
reconocer de nuevo el hambre verdadera y diferenciarla del hambre emocional.
Si te interesa saber más
sobre la diferencia entre hambre verdadera y hambre emocional haz clic aquí.
Tienes que volver a
reconocer cuándo estás saciada y dejar de comer en ese momento. Ser más
consciente y no comer con el piloto automático puesto.
Tienes que dejar las dietas
restrictivas y volver a sentir qué alimentos te hacen sentir recargada, llena
de energía y en paz.
Si una hora después de haber
comido te sientes cansada y sin fuerzas piensa ¿qué he comido hoy? La próxima
vez que comas no elijas comer algo que te haga sentir así de mal. Piensa cómo
te gustaría sentirte en unas horas. Prueba otro alimento. Dale una oportunidad
a la fruta, a la verdura, a los frutos secos, a los cereales completos. Notarás
el cambio, tu cuerpo es sabio y te hará saber en muy poco tiempo que estás
eligiendo lo correcto.
Y si alguna vez te apetece
algo “no saludable” mejor que lo comas en el momento y de forma moderada a que
otro día te des un atracón impresionante movida por la restricción acumulada.
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