sábado, 19 de agosto de 2017

¿Sigues luchando con tu cuerpo? Aprende cómo empezar a dejar de hacerlo

Soy Eva Bargues. Después de muchos años de lucha con mi cuerpo, trastornos alimenticios y una relación emocional problemática con la comida decidí formarme como Holistic Health Coach para sanarme a mí misma. El cambio que experimenté en mi vida fue espectacular, una verdadera liberación. Y sentí que tenía que ofrecer mi ayuda a personas que se encontrasen en una situación similar a la mía. Trabajo contigo para que consigas el cambio en tu alimentación que aumentará tu energía, mejorará tu salud y tu relación emocional con la comida.

No puedo casi ni recordar cuando empecé a luchar con mi imagen corporal. A los 5 años yo era una niña flacucha y ojerosa pero cuando me operaron de las amígdalas me convertí en un par de meses en una bolita. Aparecieron los insultos de otros niños y mis inseguridades se fueron afianzando en mis cimientos. Desde entonces ya no volvería a querer a mi cuerpo hasta hace unos pocos años. Y ya tengo 48.


Este mismo problema afecta hoy a muchísimas mujeres y a no menos hombres. Este problema afecta a la felicidad de muchas personas y a la sociedad como un todo. La mayoría de nosotros no dejamos de enviarnos mensajes negativos y autodestructivos referentes a nuestro cuerpo, nos embarcamos en dietas restrictivas y alocadas muy perjudiciales para nuestra salud, nos pasamos la semana negándonos el alimento para después darnos atracones o “premiarnos” el fin de semana con el consumo de alcohol y comida poco saludable. ¿Es esto realmente un premio?

¿Por qué odiamos nuestro cuerpo?
¿Por qué tanta gente (especialmente tantas mujeres) odian algunos aspectos de su cuerpo y sienten la obligación de estar siempre siguiendo una dieta restrictiva?


La respuesta la encontramos en nuestra sociedad actual, en los medios de comunicación, en los ideales de talla, peso y tamaño y en la creencia generalizada de que cierta tallas y ciertos cuerpos son atractivos y el resto no lo son.

Los intereses detrás de estos ideales consiguen hacernos sentir inseguros para que la industria detrás de esos intereses se enriquezca a costa de nuestros complejos. Pero lo cierto es que las dietas no funcionan. La solución es aprender a amar nuestro cuerpo como es y alimentarlo de forma saludable para mantenerlo en su mejor forma y que renazca su belleza natural.

Seguir constantemente una dieta restrictiva es perjudicial para tu salud mental y muy perjudicial para tu salud física.

¿Por qué es importante la percepción que tienes de tu cuerpo?
Tener una percepción negativa de tu cuerpo puede desembocar en depresión, ansiedad, desórdenes alimenticios, aislamiento, desesperanza y sensación de no ser útil.

Sentirse insatisfecho con el propio cuerpo está directamente relacionado con una autoestima baja y la autoestima baja desemboca en un sinfín de problemas de salud.

Y si sabemos que es tan perjudicial tener pensamientos negativos sobre nuestro cuerpo ¿por qué seguimos alimentado esos pensamientos? Porque la mayoría de nuestros pensamientos se generan automáticamente en nuestro subconsciente dirigidos por patrones y modelos que hemos aprendido e incorporado en alguna etapa de nuestra vida.


La diversidad de cuerpos es una realidad. No tiene sentido juzgarnos porque seamos diferentes o porque estemos lejos de un patrón que la sociedad del “primer mundo” ha elegido como soporte de una industria de la belleza (farmacéuticas, moda, cosmética, ejercicio…) que sólo sobrevive gracias a nuestro sentimiento de no ser suficientemente delgadas y ni suficientemente bellas.

¡Yo misma pasé gran parte de mi vida luchando contra mi peso natural y mi constitución porque según esos patrones era “demasiado grande”!

¿Sabes cuántas cosas dejé de vivir en mi vida por el estado de ansiedad, el miedo al rechazo y la culpabilidad que MIS PROPIOS pensamientos creaban en mí? Mejor ni lo pienso, ya me he perdonado por ello.

El mensaje principal que te quiero dar hoy es que aceptes y ames tu cuerpo y que vivas tu vida con intensidad disfrutando de todo lo que puedes hacer gracias a tu cuerpo. Tu cuerpo es una herramienta para alcanzar todos tus sueños, no es un ornamento.

Sé que no es fácil, pero al menos inténtalo. Sigue leyendo por favor.

¿Cómo puedo conseguir aceptar y amar mi cuerpo?
Es importante que empieces identificando el lenguaje que utilizas para hablarte a ti misma. ¿Qué cosas te dices? ¿Es todo negativo? ¿Qué mensajes te das cuando ves tu cuerpo en el espejo?

Son esos mensajes y no tu cuerpo los que te van a hacer sentir mal. Sí, ¡es verdad!

Inténtalo. Coge un papel y un bolígrafo y escribe ahora los pensamientos que tienes sobre tu cuerpo, lo que te dices habitualmente, tanto lo positivo como lo negativo

Mensajes Negativos       Mensajes Positivos



Ahora contesta a estas preguntas:

1.     ¿Cuándo aparecen estos pensamientos? Por ejemplo: en la ducha, al vestirme…

2.     ¿Qué emoción me producen? Por ejemplo: tristeza, culpa, frustración, odio…

3.     ¿Qué hago para tapar esa emoción? Por ejemplo: no me miro nunca al espejo, me consuelo comiendo chocolate, me doy un atracón…

Es importante que identifiques estos momentos para no dejarte llevar por los pensamientos y todo el ruido mental, que van a generar una emoción que te hará sentir mal y te conducirá muy probablemente a comer más.

¿De dónde viene entonces la raíz de todo? ¿De dónde vienen esos pensamientos? ¿Por qué los tienes tú y esa amiga tuya que tiene algo de sobrepeso y aun así es feliz y se siente tan atractiva no los tiene? Revisa tu historia personal. No se trata de culpar a ciertas personas que en un momento te inculcaron ciertas creencias, si no de entender lo equivocada que es la naturaleza de esa creencia. Los padres, los hermanos y los amigos de la infancia juegan un rol importante en el desarrollo de un mal concepto de nuestra imagen corporal.

¿Recuerdas alguno de estos mensajes que te impactaron tanto que te siguen condicionando a diario? Yo sí, yo tenía terror a encontrarme con un tío mío que siempre me decía que estaba gorda y que perdiera peso o nunca sería feliz y que si no perdía peso mis parejas me abandonarían… Imagínate, menudo mensaje para darle a una niña. Lo fuerte es que yo dejé que ese mensaje condicionara mi vida durante muchísimos años.

Si has identificado algún mensaje escríbelo con detalle, quién te lo dijo, cuándo, cómo, qué te dijo… Y ahora reflexiona… ¿Quieres que esa creencia siga formando parte de ti en realidad? ¿Quieres seguir reviviendo ese momento cada vez que te miras al espejo o prefieres liberarte de él para siempre? ¿Quieres oír la voz de esa persona juzgándote o quieres oír tu propia voz queriéndote? ¿Tiene algún sentido que tu diálogo interior se base lo que alguien te dijo hace muchos años de forma irracional y totalmente inútil para ti? Si empiezas a cuestionarte todo esto ya estás dando un gran paso.

Ahora ya puedes reconocer todos esos mensajes y admitir que ya no los compartes, que no los necesitas y que no quieres que sigan dañándote.


Recuerda una cosa: los pensamientos son sólo pensamientos. No son la verdad absoluta, no son la realidad, no son la verdad suprema. Son un diálogo interno, nada más. Creemos que nuestros pensamientos son la verdad, pero no lo son. Y si esos pensamientos, que no son verdad, además disparan en ti emociones incómodas que te hacen, entre otras cosas, comer sin control ¿no crees que es mejor empezar a descartar dichos pensamientos?

Una forma de ignorar esos pensamientos es centrarte en el momento presente. ¿No te ha pasado que estás tan centrada en ese diálogo negativo interior que todas tus vivencias se ven afectadas? Imagínate que has quedado con unas amigas, te pones un pantalón que te aprieta un poco más que la última vez que lo llevaste, empiezas a decirte que estás gorda, que te queda fatal, que no sabes controlarte, que así no sales… Tu humor cambia, te sientes mal y lo más fácil es que esa noche te lo pases fatal y que comas y bebas de más para mitigar ese mal humor. Al día siguiente la sensación se multiplica y decides empezar una dieta restrictiva… y ya estás otra vez en el círculo sinfín. Todo ese proceso no se habría producido si en lugar de centrarte en esos pensamientos los hubieras dejado pasar y te hubieras centrado en vivir la velada de forma serena y alegre.

Puedes intentar desconectar de ese diálogo igual que, por ejemplo, desconectas de la tele cuando hay anuncios. Los pensamientos pueden seguir ahí, como los anuncios, pero tú no les haces caso.

Céntrate en el momento presente:

Si estás hablando con alguien, centra toda tu atención en esa persona.
Si estás en un evento social donde hay comida, no comas y hables a la vez. Si estás hablando, centra tu atención en hablar, si estás comiendo centra tu atención en comer, así serás consciente de lo que comes y no acabarás comiendo muchísimo más de lo que has saboreado.
Deja de rumiar un pensamiento una y otra vez. Esto es inútil y destructivo y te desconecta de la vida plena y real.
Siente el agua resbalando por tu cuerpo cuando te duchas. Disfruta de la sensación de bienestar.
Disfruta del paisaje si das un paseo. Céntrate en todos los detalles del entorno.

Si tienes niños, concéntrate en estar con ellos al 100% cuando te piden jugar con ellos.
¿Y qué hago para estar en paz con la comida?
Lo ideal sería en realidad que escucharas las señales de tu cuerpo, no que te dejaras llevar por un montón de reglas, algunas totalmente ilógicas y muy difíciles de seguir. Lo que ocurre es que a estas alturas puede haber un pequeño problema para que consigas seguir tu sabiduría natural: que tu cuerpo esté tan abotargado que no puedas escuchar sus señales y que tengas tantísima información rondándote por la cabeza que ya no sepas cómo decidir qué comer.

Tienes que empezar a reconocer de nuevo el hambre verdadera y diferenciarla del hambre emocional.
Si te interesa saber más sobre la diferencia entre hambre verdadera y hambre emocional haz clic aquí.

Tienes que volver a reconocer cuándo estás saciada y dejar de comer en ese momento. Ser más consciente y no comer con el piloto automático puesto.
Tienes que dejar las dietas restrictivas y volver a sentir qué alimentos te hacen sentir recargada, llena de energía y en paz.
Si una hora después de haber comido te sientes cansada y sin fuerzas piensa ¿qué he comido hoy? La próxima vez que comas no elijas comer algo que te haga sentir así de mal. Piensa cómo te gustaría sentirte en unas horas. Prueba otro alimento. Dale una oportunidad a la fruta, a la verdura, a los frutos secos, a los cereales completos. Notarás el cambio, tu cuerpo es sabio y te hará saber en muy poco tiempo que estás eligiendo lo correcto.

Y si alguna vez te apetece algo “no saludable” mejor que lo comas en el momento y de forma moderada a que otro día te des un atracón impresionante movida por la restricción acumulada.

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