Aunque los miedos o la ansiedad pueden ser emociones que, en su justa medida, nos ayudan a sobrevivir, en exceso pueden resultar más perjudiciales que beneficiosas, por lo que debemos controlarlas.
Somos conscientes de que, en el campo de la psicología y el crecimiento personal, hay un término que, quizá, utilizamos en exceso. Nos referimos a la “toxicidad”, a la afirmación de qué tales personas o tales conductas son tóxicas.
Bien, en ocasiones hay ideas que encuentran su mejor traducción en esos términos populares y sacados al uso que es necesario saber contextualizar.
No hay personas “tóxicas”. Hay personas que, sencillamente, no saben construir relaciones respetuosas, saludables y satisfactorias.
Así, cuando hablamos de emociones tóxicas nos referimos, por tanto, a emociones que hacen daño, que ponen cercos a nuestro bienestar, alambradas a nuestra felicidad y muros a nuestro bienestar psicológico.
La palabra “tóxico” no tiene, por tanto, ninguna validez científica, pero sí un valor ilustrativo de lo que se quiere dar a entender: un comportamiento disfuncional, que causa malestar, dolor o infelicidad.
Hoy queremos hablarte de esto mismo: de esas emociones básicas que más afectan a tu equilibrio personal, a la posibilidad de construir y llevar un día a día más feliz y satisfactorio.
1. La vergüenza: Dicen que, con el tiempo, uno pierde la vergüenza pero, en realidad, hay quien la intensifica hasta llegar a límites insospechados y a casi todos los ámbitos de su vida.
Hay muchos tipos de vergüenza: a mostrarnos tal y como somos, a vestir determinados tipos de ropa, vergüenza a dirigirnos a personas que nos atraen, a preguntar, a confiarnos a alguien, a mostrarnos vulnerables…
Queda claro que en la interacción social y en el comportamiento cotidiano hay límites, hay barreras que nunca cruzaremos por razones morales, convencionales o de decoro.
Sin embargo, cuando estamos dentro del campo del crecimiento personal, hay que tenerlo claro: la vergüenza limita muchas veces nuestra identidad y nuestra plenitud.
La vergüenza se relaciona con el miedo y la inseguridad, así que nunca está de más ahondar en todo aquello de nosotros mismos que no aceptamos o que nos incomoda para trabajar en ello.
2. La ansiedad, una de las emociones tóxicas más peligrosas: La ansiedad será tóxica siempre y cuando nos sobrepase y cruce es umbral saludable en el que las personas encontramos ese impulso o esa motivación para dar mucho más de nosotros mismos.
En el momento uno percibe una amenaza continua, un estrés constante o una ansiedad corrosiva, aparece la toxicidad, es decir, la emoción negativa que todo lo invade.
La ansiedad constante, lejos de impulsarnos a mejorar, lo que consigue es desanimarnos, darnos sensación de cansancio, de sobrecarga, de falta de concentración…
3. La angustia: La angustia es una bomba de relojería, porque en ella se comprimen múltiples dimensiones negativas: el miedo, la sensación de amenaza, la negatividad, la incertidumbre, la baja resistencia a la frustración, el dolor.Nadie puede vivir eternamente angustiado. Es una forma de morir en vida y de cercar por completo nuestra posibilidad de ser libres, felices de autorrealizarnos como personas.
4. La insatisfacción constante: En ocasiones, la insatisfacción actúa como un poderoso motor que nos insta al cambio, a la superación, a la mejora.Sin embargo, cuando la insatisfacción es crónica y sin sentido, ese malestar y esa apatía lo invaden todo.
Poco a poco perdemos las ganas, los ánimos, la sonrisa y la motivación.
No obstante, cuidado con esa sensación de que la insatisfacción es crónica, porque lo más probable es que estemos ante un tipo de depresión.
5. La envidia: Envidiar no es correcto ni saludable. Experimentar esa sensación o emoción de forma constante a lo largo de la vida lo que consigue es dejar nuestra autoestima por los suelos.
La envidia nos lleva por la senda del sufrimiento. Querer para nosotros atributos, cosas o dimensiones que no nos pertenecen o que no somos capaces de conseguir hace daño y no es útil para nuestro bienestar psicológico.
El no ser capaces de apreciar el éxito ajeno, de respetar y celebrar lo que otros son, muestran o tienen dice mucho de uno mismo.
Debemos ser capaces de celebrarnos a nosotros mismos, de querernos y de apreciar también lo que otros consiguen.
6. El miedo constante:Si buscásemos una definición simple de la felicidad sería esta: ausencia de miedo. No obstante, sabemos que los miedos cumplen un fin concreto: nos ayudan a sobrevivir y nos alertan de un riesgo. Sin embargo, cuando llega un momento en que todo nos da miedo, en que tenemos la sensación de que todo va a ir mal, que vamos a ser acechados, criticados, abandonados o que todo cambio es por sí mismo negativo, estaremos coartando por completo nuestra capacidad para ser felices.
7. La frustración: La frustración saludable anima al cambio, a la superación. Sin embargo, las frustraciones tóxicas nos encallan en la orilla de los miedos, de los sueños perdidos y las rendiciones. No podemos olvidar que toda frustración se alimenta del fracaso y de la decepción, de un sueño no cumplido, de un objetivo no alcanzado.
Así, antes de convertirnos en personas resentidas, seamos capaces de aprender de error y del fracaso para avanzar, para aplicar nuevas estrategias, para tomar el control y priorizarnos nuevamente para alcanzar el éxito.
Para concluir, tal y como hemos visto, todas estas emociones nos son sobradamente conocidas. No obstante, todas ellas pueden resultar positivas siempre y cuando mantengamos el control sobre las mismas.
En el momento en que ellas tomen las riendas de nuestra vida y se acomoden en el palacio de nuestra mente sin que hagamos nada al respecto, se convertirán en tóxicas…
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