Primero deberíamos pensar en lo que significa ser infiel ya que, aunque es un término común en todas las culturas, no todas las parejas conciben la infidelidad del mismo modo. Está claro que en la construcción de una pareja entra parte de lo establecido por lo que dicta la cultura, pero otra parte depende de la dinámica que se va estableciendo entre cada uno.
Normalmente son acciones que de manera inconsciente van determinando lo que se irá configurando «las bases» de la relación: el amor, los valores, la ética, los deseos… Entran en juego a modo de conversaciones, actitudes y discusiones que van delimitando lo que está permitido o no.
Cada relación tiene sus normas y dentro de ellas está la cuestión de la infidelidad. Antes las cosas estaban más claras: infiel era aquel que mantenía una relación sexual fuera del matrimonio.
Hoy, parece que la cosa se complica ya que existen múltiples variantes: la infidelidad puede abarcar desde likear seguidamente una foto de una bonita mujer en instagram, mantener conversaciones privadas por facebook con alguien al que no se conoce y vive en otro continente, quedar a tomar algo con una persona de Tinder de manera secreta, hasta excitarse viendo porno o mantener una relación.
La investigadora Esther Perel define la infidelidad en los siguientes términos: una relación secreta, con una cierta conexión emocional y cargada de alquimia sexual.
Perel, analiza las razones por las cuales las parejas se engañan entre sí, incluso siendo felices y aporta claves interesantes a destacar:
La primera y que parece de suma importancia es que hoy en día le pedimos «todo» a nuestra pareja: que sea el mejor amante, amigo, confidente, intelectual… La idea de tener «todo lo que necesito en casa», ¿es realmente posible? y ¿qué ocurre con el mundo exterior y la pasión por explorar? La infidelidad se apoya en una búsqueda de novedad, de libertad, de autonomía, de una nueva intensidad sexual, un deseo de recuperar partes perdidas de nosotros mismos, dirá Perel.
La segunda tiene que ver con la era en la que vivimos se apoya en la fantasía de desplegar y conseguir los propios deseos. No es que actualmente deseemos más, sino que el no luchar por conseguirlos es motivo de vergüenza. Antes uno se divorciaba porque ya no era feliz, ahora parece que el divorcio tiene que ver con que se puede ser más feliz aún, dice Perel. Quedarse en una relación si puedes ser más feliz, ¿es de cobardes?
La tercera pone de relieve que la infidelidad no se apoya tanto en la búsqueda de un otro, sino en la búsqueda de un otro Yo. Las aventuras tienen que ver más con el deseo y menos con el sexo en sí: deseo de sentirnos de otro modo, de sentirnos especiales, de sentir una atención diferente, de sentirnos importantes… y ese deseo se mantiene por la imposibilidad de alcanzar lo que se desea. Perel muestra el poder de lo prohibido es tal, que pensamos que «si hacemos lo que no se nos está permitido hacer, sentimos que estamos haciendo realmente lo que queremos».
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