En caso de no gestionarla
adecuadamente, la ansiedad puede derivar en una serie de síntomas físicos que
pueden llegar a condicionar nuestra vida. Es importante ponerle solución a la
raíz del problema.
La ansiedad puntual, esa que
dura unas horas o unos días a causa de una preocupación, un objetivo, un hecho
estresante o un desafío que cumplir a corto plazo no ocasiona serias
consecuencias en nuestro cuerpo.
Ahora bien, en el momento en
que la ansiedad se mantiene en el tiempo, no se gestiona y permitimos incluso
que vaya a más, su impacto psicológico hace mella en nuestra salud y en
diversos aspectos de los que no siempre somos conscientes.
Hoy en nuestro queremos
hablarte de esos efectos, de ese impacto que, en ocasiones, asociamos a otras
dimensiones descuidando la raíz del problema: nuestra ansiedad subyacente.
1. Las pupilas dilatadas:
a
dilatación pupilar no relacionada con la sensibilidad a la poca luz, es un
síntoma de un problema subyacente que es necesario conocer y tratar.
Tener las pupilas dilatadas
puede deberse, entre otras causas, a un estado de alerta mantenido: Cuando
nuestra ansiedad es muy elevada, es común experimentar este síntoma tan poco
usual que puede provocarnos desde mareos, el ver extrañas luces a nuestro
alrededor y una reducción de nuestra calidad visual.
2. Dificultades para tragar:La dificultad para tragar
mientras comemos o bebemos es otro síntoma muy común cuando experimentamos
ansiedad. Este síntoma se llama disfagia
y es una clara somatización por la ansiedad. Se relaciona con nuestras
glándulas encargadas de producir saliva.
No podemos olvidar que la
ansiedad tiene un fin muy concreto: prepararnos para escapar. Por tanto, el principal
objetivo de nuestro cuerpo es reservar todos los líquidos para cuidar de los
músculos, porque son ellos los que deben ayudarnos a correr, a huir, y así, ese
líquido se guardará para poder sudar.
Si no tenemos saliva en la
boca a causa de la propia ansiedad, es muy difícil que la masticación de los
alimentos se lleve a cabo y que por tanto, podamos tragarlos.
3. Dolor de cabeza: La
ansiedad hará que todas las venas y arterias de nuestro cuerpo se contraigan
con un fin muy concreto: ofrecer más sangre a los músculos.La circulación, por
tanto, es más intensa y ello favorece que se produzca la vasoconstricción, la
cual deriva en la clásica cefalea. Este tipo de dolor de cabeza suele ser más
común en las primeras horas del día y por las tardes.
4. Dolor en la mandíbula:Hay ciertas zonas de nuestro
cuerpo en las que tienden a acumularse en mayor grado tanto la ansiedad como el
estrés. Hablamos, cómo no, del cuello, los hombros y la espalda y la mandíbula.
Si notas que ese dolor de
mandíbula es más intenso por las mañanas y que asciende incluso hasta tus
oídos, lo más probable es que estrés sufriendo bruxismo, es decir, que por las
noches rechines los dientes a causa del estrés y la ansiedad.
Es necesario que lo
consultemos con nuestros médicos, puesto que, aunque una férula dental pueda
ayudarnos en estos casos, lo ideal es que trabajemos cuáles son nuestras fuentes
de ansiedad y las gestionemos de forma adecuada.
5. Ir al baño con más
frecuencia de lo habitual debido a la ansiedad:Todos lo hemos experimentado
alguna vez: al afrontar una situación de ansiedad, como un examen o una
entrevista de trabajo, es común que tengamos que ir al baño varias veces.
Es un hecho común, pero a la
vez curioso porque, cuando sufrimos ansiedad, el riñón suele producir menos
orina. ¿La razón? Por la ya comentada hace un momento: economizar en líquidos
para ofrecérselos a los músculos. A su vez, en la necesidad
básica de eliminar pesos innecesarios para escapar más rápido, nuestro cerebro
nos ordena ir al baño para eliminar la orina, y ello hace que vayamos tantas
veces para hacer solo “unas gotitas”.
6. La desrealización: la
sensación de que lo que nos rodea no es real o no formamos parte de lo que
vemos. Este hecho es extraño, pero
quienes hayan padecido un periodo de ansiedad o de estrés muy intenso sabrán de
qué estamos hablando.
Es cuando, de pronto,
tenemos la clara sensación de que lo que no nos envuelve no es real. Es como
ver el mundo desde fuera y no sentirnos parte de él. ¿A qué se debe? Bien, hemos
de decir, en primer lugar, que si este fenómeno nos ocurre a menudo debemos
comentarlo con nuestro médico.
La ansiedad intensa afecta a
nuestros pulmones. Lo que hacemos muchas veces
es respirar muy rápido y cuando acumulamos demasiado oxígeno es común
experimentar dos cosas: la primera es la hiperventilación, y la segunda notar
cierta sensación de desrealización.
Nuestro cerebro no procesa
de modo adecuado esta situación y es común notar esta incómoda sensación.
Para concluir, estamos
seguros de que en alguna ocasión, habrás notado alguno de estos síntomas. No
pasa nada si esto nos ocurre una o dos veces, el mayor riesgo reside en que
estas situaciones sean algo común y recurrente. Pide ayuda, habla con tu médico
y empieza a gestionar mejor tus focos de ansiedad.
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