Una relación de larga duración puede conservar mucho del encanto de los primeros tiempos, para lograrlo se necesita creatividad, vencer la pereza y las cómodas rutinas. Diez recomendaciones para mantener viva la emoción y la ilusión.
1. Cada día en plan de conquista: Dar por hecho que ya se ganó la partida y que no hay que hacer nada más para conquistar al otro, es el primer paso para el deterioro de la relación. Recordar las estrategias más útiles al comienzo de la relación y aplicarlas, así como nuevas acciones basadas en el conocimiento que se tiene de la pareja, mantendrán la chispa y la emoción y evitan que el otro o uno mismo se convierta en algo tan obvio como el sofá de la sala.
2. Tener una vida propia: Cuando todas las experiencias que se tienen se viven en pareja llega un punto en que no hay nada nuevo de qué hablar. Tener amigos propios, intereses individuales, actividades independientes de la pareja, es conveniente tanto para la persona como para la relación: oxigena, da temas de conversación, propicia nuevas actividades, nuevos amigos, en resumen, enriquecen la cotidianidad.
3. Modificar rutinas: Las rutinas prevalecen porque son cómodas, pero se pueden volver automáticas y por lo tanto pierden la emoción. Romperlas es más fácil de lo que se cree. Es darle espacio a la espontaneidad, atreverse a hacer propuestas fuera de lo común y cambiar la comodidad por la acción. Por ejemplo, aprovechar un día soleado en la semana y encontrarse en algún lugar de la ciudad después del trabajo para conversar mientras cae la noche.
4. Interesarse por lo que hace el otro:Los hobbies, gustos, intereses y el conocimiento del otro, pueden aportarle mucho al universo propio. Siempre habrá un ángulo de lo que el otro hace, que puede generar curiosidad en la pareja. No es decir simplemente “no me gusta el fútbol” sino intentar comprender por qué le gusta al otro. Con esta actitud se vencen prejuicios y se amplían horizontes. Además, se crean espacios para compartir.
5. Tener momentos exclusivos para compartir entre dos:Cuando hay niños de por medio, es poco el espacio que se tiene para compartir en pareja. Los abuelos, los tíos, la familia en general, pueden ser de gran ayuda para tener algunos momentos a solas. También en la vida cotidiana se pueden reservar algunos espacios para vivir en pareja: cuando ya se han acostado los niños o temprano, antes de que se levanten. El hecho es nunca olvidar que el otro, fuera de ser “el papá o la mamá de mis hijos, es mi pareja”.
6. Una buena relación sexual: En la sexualidad influyen la biología, pero también la psicología de ambos. El estrés y el cansancio diarios no son los mejores acompañantes para una relación. La risa, por el contrario, distensiona y permite un acercamiento más tranquilo. Buscar o crear ambientes adecuados (también emocionales) y evitar los encuentros “automáticos” son buenas formas de mantener una relación dinámica y emocionante. Preparar la comida juntos, sin prisa y anunciándolo de antemano de manera que ambos estén en la misma tónica, es una buena manera de disponerse para el sexo.
7. Ser siempre un reto: Dice Eduardo Punset, científico español, que uno de los factores fundamentales del Homo sapiens para ser feliz es tener un reto, algo que se tenga que lograr. Aquello que se cree ya conseguido, pierde interés. El concepto de incondicionalidad en la pareja es peligroso y promueve actitudes y acciones irresponsables: “Estarás ahí, haga lo que haga”. Cuando ambas personas tienen claro que tienen que “ganarse” día a día al otro, aportan lo mejor de sí y hacen su mayor esfuerzo para que la relación continúe.
8. Hacer de las caricias una novedad: En las caricias convive lo instintivo y lo racional. La ternura, la solidaridad, el apoyo, son sentimientos que se expresan muchas veces con mayor claridad y contundencia con un abrazo o un apretón, que con palabras. Las caricias tienen un efecto terapéutico, disminuyen el estrés, relajan y crean un vínculo irremplazable. Su efecto positivo es tanto para quien las da como para quien las recibe. Se puede acariciar con las puntas de los dedos o con la mano entera, con el dorso o con un simple juego de dedos. Son cientos las formas para explorar y expresarle sentimientos al otro.
9. Ser compinches: Antes que ser pareja, es importante que ambos sean amigos. La vida no puede convertirse sólo en obligaciones y responsabilidades. Se está construyendo una vida y un futuro en común, pero también se necesitan espacios de distensión, de ocio, de diversión y picardía. Ser compinches de pequeñas locuras, crea un vínculo fortísimo y gratificante.
10. Evitar ser el “típico” en cualquier cosa: Liberarse de los estereotipos o evitar caer en ellos es una forma de mantener la “identidad”. Cada cual construye su día y su vida a su manera. Es fácil hacerlo según las recetas prehechas de la sociedad (la señora cantaletosa, el señor malhumorado e indiferente frente a lo doméstico…), pero es más enriquecedor y gratificante hacerlo según la fórmula propia.
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