No todas las relaciones de pareja tienen el
final deseado, muchas veces la relación se rompe dejándonos un sabor agridulce.
Al romperse la relación sufrimos, lloramos y quisiéramos borrarlo de nuestra
historia…
Pero podemos hacer mejor que eso, las mujeres tenemos la capacidad de
reflexionar y aprender de lo vivido para seguir madurando en el amor y en
aquello que más nos conviene para nuestro futuro. No comenzamos una relación de
pareja pensando en un inminente fracaso.
Por lo mismo, al vivir un dulce amor,
no pensamos en una posible separación; por el contrario, estamos dispuestas a
defender todo lo que hemos construido con nuestro amado. Pero no todo puede
salir como deseamos. ¿Cómo explicarle al alma que lo que tanto amó ya no
existe? ¿Cómo volar cuando las alas se han roto y ya ni siquiera un enorme
remiendo de amor puede sanar? Cuando sabemos que la vida, las circunstancias,
nuestro modo de actuar o lo que haya podido ser, ha acabado con nuestra
relación de pareja, nos llenamos de muchas preguntas sin respuestas que
terminan por ensuciar nuestra mente y nuestro corazón. Muchas mujeres eligen
cerrar los ojos e intentar revivir lo que ha muerto.
Y ello no está mal, no
debemos bajar los brazos fácilmente. Sin embargo, debemos reconocer cuando un
alma ya ha terminado su ciclo de compañía en nuestras vidas y dar un paso
adelante de la ruptura para aprender de lo que sucedió. Más allá de los fallos,
del dolor, de los recuerdos, de las lágrimas, de los maltratos, de las
alegrías, hay algo más… Y ese algo más es un aprendizaje que el cielo nos mandó
a través de aquel hombre. Tal vez él no era el “amor de nuestras vidas”, pero
sí un medio para aprender algo que sin su presencia no hubiésemos
interiorizado, ¿has pensado en qué es ello? ¿Cuál es ese aprendizaje que él te
dejó? No es fácil apartar las cosas: “terminé con mi amado pero me enseñó esto,
eso y aquello”.
No, no es sencillo, aún tenemos muchos sentimientos encontrados
que nos entristecen, tenemos el corazón golpeado y los ojos apagados por la
decepción. Pero con todo ello, tenemos la capacidad de reflexionar y mirar con
detenimiento lo sucedido para rescatar lo que nos puede ayudar a seguir
madurando en el amor, ya sea porque fue positivo y queremos reforzarle, o porque
fue negativo y no queremos volver a encontrarle. Sumemos muchas gotitas de
decisión y valentía para salir adelante de ese amor frustrado. ¡Podemos guardar
lo bueno! ¡Podemos desechar lo malo! ¡Podemos dejar atrás a aquel ser que ya no
nos ama! Haz de cuenta que vas a comer una fruta pero de repente descubres que
una de sus partes está dañada: no desechas la fruta entera, sencillamente dejas
de lado la parte dañada y te comes el resto.
Lo mismo pasa con nosotras: no
debemos desechar lo bueno por miedo a apartar lo malo. Si aquella historia no
funcionó, no desesperes, algo bueno ha de tener, algún aprendizaje te dejó y
seguramente el cielo te estaba preparando para recibir al buen amor de tu vida.
Debes aprender, porque si no lo haces, tus experiencias habrán sido en vano. Y
debes dejar atrás a quien no supo caminar a tu lado, porque si no lo haces,
corres el riesgo de quedarte estancada y olvidar que existe un verdadero amor.
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