La belleza es geometría. La fortaleza es resistencia:Cleopatra, Juana de Arco, Ana Bolena, Marie Curie, Madonna, Virginia Woolf, María Callas, Eva Perón, Lee Krasner, Diana de Gales, Leonora Carrington, incluso Frida Kahlo. No nos interesa qué tan hermosas eran (o son) estas mujeres, a veces se recuerda, pero sin duda lo más importante fue su enorme fortaleza, decisión y coraje para hacer de su vida lo que les diera en gana, para mandar todo al carajo y nunca rendirse ante las adversidades.
La belleza es geometría y la fortaleza es resistencia. La primera, aunque difícil de explicar, conlleva perfección pero también pena de no ser alcanzada. Miles de procedimientos, borrar, rehacer, usar más y más hasta que el estándar sea el ideal. Hasta que no haya rareza o imperfecciones. Nada de gracia pero sí de extraordinariedad, sí que haya algo sólo dispuesto para su contemplación y probablemente para el recelo de aquél que lo mira.
La belleza, aunque idílica y sobrenatural, también nos remite a la vacuidad de algo perfecto que simplemente está, que no puede perecer, que tiene hermosura pero un extremo sentimiento de soledad por cumplir prejuicios y mantener caretas.
La fortaleza es completamente opuesta. Ser fuerte implica haber vivido, disfrutado, tener todas las experiencias de un mundo cada vez más decadente pero sin duda haber salido adelante, haber triunfado ante las carencias y las dificultades que implica el crecimiento personal. Ser fuerte es tener las cicatrices y el aprendizaje de años de lucha, de años de no permitir que caigas, de no solamente estar sino hacer, arriesgarte y asimilar.
La fortaleza es memoria. La belleza es efímera. Ser fuerte te hace conocerte realmente y después de eso, muy pocas cosas deberían ser capaces de doblegarte. Un libro más, una película nueva, noticias, información, ciencia, una obra de arte que nunca habías visto... cada detalle de tu vida, cada nueva historia se convierte en una posibilidad para que te hagas un poco más resistente. Aunque para ser bella deberías tener memoria de aquello que fue bello y que ha pasado de moda, la realidad es que la belleza es novedosa y se esfuma; es fragilidad… «bellos son los productos empacados, la ropa de marca con sus logotipos estilizados, los cuerpos reconstruidos, remodelados o rejuvenecidos por la cirugía plástica, los rostros maquillados […], hasta los cadáveres son bellos cuidadosamente envueltos en sus fundas de plástico y alineados al pie de las ambulancias», como lo dice el filósofo Yves Michaud.
Alguien fuerte no se conforma con las apariencias. No luce bien para el otro sino que lo hace para sí mismo. Sabe que la comida que consume, el ejercicio que realiza, la información con la que se nutre, etcétera, no deben impresionar a nadie sino hacerlo sentir bien. Esta es la razón por la que alguien fuerte termina siendo atractivo para el resto. Es la razón por la que luce cautivador sin quererlo o esperarlo.
Son más seguros que el resto porque tienen claras sus fortalezas y también sus debilidades. En cambio, tal como dijo el poeta Rainer María Rilke, «La belleza no es nada más que el principio de lo terrible, lo que somos apenas capaces de soportar, lo que sólo admiramos porque serenamente desdeña destrozarnos».
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