lunes, 18 de diciembre de 2017

Consejos para aprender a vivir con ansiedad y no perder la cabeza

No podemos dejar de preocuparnos, pero sí podemos aprender a preocuparnos de una manera más sana y práctica.

El que esté totalmente libre de preocupaciones puede dejar de leer en este momento. ¿Quién no se ha preocupado por algún evento, tarea importante o sobre una situación futura que considere pueda tener resultados negativos? La preocupación es algo habitual en la población de cualquier parte del mundo, no podemos vivir sin sentir preocupación por algo en algún momento. ¿Pero a qué se debe? ¿Por qué nos preocupamos?

Los humanos somos los únicos seres con la capacidad mental para crear representaciones o visualizaciones de cosas pasadas, así como de hechos futuros; esto ocurre para tratar de solucionar problemas o crear un plan para afrontar alguna situación, a esta capacidad la podríamos llamar imaginación. Generamos pensamientos sobre el futuro que nos generan malestar, ya que no tenemos una idea de qué resultado tendrá dicha situación y sentimos ansiedad por la incertidumbre de no saber qué sucederá. Esta capacidad de representar mentalmente la amenaza constituye la base de la preocupación.

La preocupación surge de la producción de pensamientos e imágenes mentales sobre un resultado negativo ante una situación que para nosotros sea importante  pensar que me va a ir mal en la exposición, si los resultados de mis estudios indicarán que mi salud no va bien, que mi hijo va a reprobar un grado en la escuela, o que mi pareja sale con alguien más, etcétera. Nos preocupamos porque algo nos interesa y creemos que puede salir mal.

¿Pero qué es la preocupación? Es una cadena de pensamientos e imágenes con un sentimiento negativo y relativamente incontrolable que intenta llegar a una solución mental de algún problema del cual desconocemos su resultado, pero que existe la posibilidad de que sea negativo. La preocupación nos crea una ilusión de certeza y control de las situaciones conflictivas que nos acontecen, es por eso que a nuestra mente le gusta sentirse preocupada.

Dicho lo anterior, ¿sirve de algo la preocupación? Para poder definir si la preocupación es buena o mala, primero tenemos que diferenciar qué tipo de preocupación se tiene, ya que en temas de salud mental se clasifica en dos tipos a partir de los cuales se define como sana o insana.

Por un lado, la preocupación sana o adaptativa tiene como función principal ayudarnos a solucionar el problema que hace que nos preocupemos. Nos mantiene alerta y pensando en esta situación, esto hace que encontremos alguna posible solución a la dificultad por la que estemos pasando. Y una vez que encontramos esta solución la llevamos a cabo o al menos sentimos menos ansiedad por el problema que tenemos. Cumple 3 funciones:

1. Alarma: somos conscientes de que estamos pasando por una situación complicada.

2. Aviso: pensamos de manera repetitiva en la amenaza buscando una solución positiva al problema.

3. Preparación: Permite anticiparnos al problema o prepararnos de mejor manera para afrontarlo.

Visto de esta manera, la preocupación nos es de mucha ayuda, nos permite prepararnos para las situaciones complicadas que afrontamos. Sin embargo, existe otro tipo de preocupación. La preocupación insana o desadaptativa también tiene su elemento principal: una ansiedad elevada por el supuesto de que algo malo va a pasar esto genera serias repercusiones a tu salud mental y física. A diferencia de la preocupación sana, ésta genera una sensación de ansiedad incontrolable y desbordante, los pensamientos son difíciles de controlar y vemos la amenaza como altamente probable, inminente, aversiva e inmanejable.

Este tipo de preocupación es más generalizada, ya que no aporta a la solución del problema en específico, dura demasiado tiempo y solamente estamos dando vueltas a la situación, sin encontrar una respuesta apta. Eso probablemente nos genere una segunda emoción, como enojarnos por estar preocupados. Otra característica es que funciona como una especie de filtro mental, ya que no permite ver otra posibilidad de consecuencia que la desgracia inminente que vemos frente a nosotros.

¿Pero qué hacer cuando nos preocupamos? Como se comentó anteriormente, no podemos dejar de preocuparnos, pero sí podemos aprender a preocuparnos de una manera más sana y práctica, siempre en búsqueda de que nuestro problema sea resuelto. Lo primero que tenemos que hacer es identificar nuestro tipo de preocupación, recordando que el elemento principal de la preocupación desadaptativa es la anticipación exagerada de resultados negativos, a diferencia de la adaptativa que es más práctica y orientada a la solución de problemas.

Para aprender a preocuparte sanamente, puedes contestar detenidamente las siguientes preguntas:

1. ¿Me estoy preocupando por algo que sucederá pronto o por algo que falta mucho para que suceda? En ocasiones, nos preocupamos por algo que es muy lejano y ante lo cual pueden existir infinidad de cosas que alteren el resultado.

2. ¿Tengo influencia en el resultado de esto que me preocupa? Si tu preocupación es un examen, una presentación en tu trabajo, tu relación amorosa, es algo en lo cual si tienes influencia en el resultado, puedes hacer que las cosas salgan mejor si te lo propones. Pero si tu preocupación es el alto precio del dólar o que el avión en el que viajas tenga un accidente, digamos que por más que te preocupes no cambiarás el resultado.

3. Además de preocuparme, ¿estoy haciendo algo para resolver la situación? A veces, sólo le estamos dando vueltas al problema en nuestra mente, y cuando tenemos que hacer algo lo evitamos. Recuerda que la preocupación sana está orientada a la solución de problemas.


4. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Visualicemos el peor escenario de esta situación y veamos si en realidad es tan malo como pensamos.


5. Y por último, ¿qué es lo más probable que pueda pasar? Una vez que visualizamos un escenario catastrófico que hace que nos mantengamos ansiosos ante la situación, visualicemos lo más probable que pueda pasar.

El texto anterior fue escrito por Manuel Valverde.

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