Historias sobre seres de colosal altura han llenado la imaginación de la humanidad a través del paso de los siglos, pero ¿qué tienen de ciertas?
Le llamaban “El Gigante de Alton” debido a sus 2 metros con 72 centímetros de estatura. Su nombre era Robert Pershing Wadlow y es conocido hasta el presente como el ser humano más alto que ha pisado la Tierra. Su presencia era impresionante y hacía ver diminuto e insignificante a su mismo padre, quien medía 1,82 metros. Ya desde los 10 años, Robert era más alto que su progenitor. Su anomalía se debía a una hipertrofia de la glándula pituitaria que le hizo obtener tan colosal estatura y que lo hizo seguir aumentando de tamaño hasta el día de su muerte, ocurrida el 15 de julio de 1940.
Su condición no era fácil: ser tan grande implicaba ingerir grandes cantidades de comida o vestir ropa mandada a hacer especialmente para él. Cuando murió, miles de personas asistieron a su entierro y en su ciudad natal se erigió una escultura para recordar al hombre más alto que la humanidad haya visto en su historia. Robert Pershing Wadlow no pertenece a ningún mito: el libro de los Records Guiness certificó su altura y su existencia para que no quede en duda su presencia en el planeta.
Otras historias sobre seres de gran altura han llenado la imaginación de la humanidad a través del paso de los siglos y de la caída y nacimiento de las civilizaciones. En este caso no hablamos de personas como Robert Pershing Wadlow, sino de presencias casi sobrenaturales de proporciones colosales que supuestamente habitaron alguna vez este planeta.
No hay lugar en el mundo donde no se hable de la presencia de gigantes o que formen parte de historias, leyendas y epopeyas. En los cinco continentes se han registrado supuestos rastros de ellos (algunos más creíbles que otros), aunque ninguno realmente concluyente que nos haga pensar que en la Tierra hayan existido una o más razas de gigantes.
Libros sagrados como la Biblia, el de Enoch o el Popol Vuh maya narran la presencia de gigantes en la tierra:
«Cuenta el relato que un día mientras Zipacná se bronceaba sobre la playa fue molestado por cuatrocientos muchachos que intentaban construir una choza. Habían talado un árbol grande para usar como el tronco central, pero eran incapaces de levantarlo. Zipacná, siendo enormemente fuerte, se ofreció para llevar el tronco por ellos. Los muchachos al observar aquello decidieron que no estaba bien que un hombre tuviera tanta fuerza, y decidieron asesinarlo. Intentaron engañarle pidiéndole cavar un agujero para su poste, para luego empujarlo; sin embargo Zipacná había cavado un hoyo de escape por donde logró salvarse. Luego del tercer día Zipacná emergió del agujero y asesinó a todos los muchachos».
—Fragmento del Popol Vuh maya.
Otras culturas antiguas como la griega, sumeria o romana ya hacían referencias a seres de gran tamaño en sus leyendas locales, por lo que el mito de los gigantes (al igual que el de los primeros hombres o el diluvio) resulta común entre distintas civilizaciones. Muchos científicos han proclamado su idea de que enfermedades como la de Robert Pershing Wadlow pudieron haber aquejado a hombres en la Antigüedad, como lo muestra el esqueleto hallado en la ciudad egipcia de Luxor, perteneciente al faraón Sa-Nakht de la III dinastía (alrededor del año 2700 a.C.). Lo curioso de la osamenta hallada fue su altura: 1,87 metros aproximados, a comparación de la media de 1,65 metros de la mayoría de los varones egipcios de la época.
Científicos de la Universidad de Zurich fueron los responsables de determinar que Sa-Nakht padecía de gigantismo: «En la antigüedad, no habría tratamiento quirúrgico o farmacéutico disponible; por lo que es muy probable que sólo pueda ser producto de la degeneración de la glándula pituitaria. Pudo morir de un infarto», explica el estudio.
Francisco Javier Clavijero, historiador y misionero jesuita mexicano, fue un entusiasta de la teoría de la existencia de gigantes en el México prehispánico. Para él, recibían el nombre de Quinametzin (‘hombres gigantes’ o ‘gigantes monstruosos’) y tuvieron contacto con los hombres de tamaño normal con los que lograron llevar una existencia pacífica. Las leyendas les adjudican la edificación de la mística ciudad de Tenochtitlán. Por otro lado, las crónicas tlaxcaltecas sugieren que ellos fueron el último pueblo en combatir contra los quinametzin.
Otro jesuita llamado José de Acosta escribió, en su libro Historia natural y moral de las Indias, cómo en 1586 se descubrió una enorme osamenta en el patio de una casa de campo de sacerdotes jesuitas. Algo parecido narró Bernal Díaz del Castillo en su célebre Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1568) cuando un grupo de exploradores llevaron hasta su presencia varios huesos de tamaño descomunal a los que el escritor tomó como pertenecientes a una raza anterior de gigantes.
Según el cronista, tales restos fueron enviados a Castilla para que expertos los examinaran. No se sabe si realmente el hueso habrá sido enviado para su análisis en España, ya que no se tiene registro alguno de ello. Al parecer el periodo de la Colonia en México fue rico en encuentros con huesos de tamaño superior a lo normal.
Alemania, Australia, China, Estados Unidos, España. Egipto, Portugal, Chile, Ecuador, Rumania, Argentina o el mismo Vaticano han sido algunos de los lugares en los cuales los conspiradores han situado el hallazgo de enormes osamentas que servirían como pruebas de la existencia de gigantes en el mundo. Las páginas de Internet en las que se exhiben fotografías de osamentas de grandes proporciones, acompañadas de historias sorprendentes abundan en el espacio digital y no hacen más que crear más escepticismo en torno al caso.
Hasta el momento no se ha entregado ninguna conclusión sólida que nos haga pensar que la Tierra alguna vez haya visto a seres de gran tamaño, semejantes a los seres humanos paseando entre las civilizaciones conocidas o desconocidas. Lo único que se sabe con certeza es lo relacionado a las enfermedades como el gigantismo, que quizá hayan sido el detonante para que la imaginación del hombre comenzara a especular acerca de la existencia de estos seres colosales. Mientras tanto, los descubrimientos siguen y quizá alguno de ellos nos revele una verdad largamente oculta...
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