Cuantos de nosotros no hemos recibido en un abrazo la recarga de energía que necesitamos en un momento determinado, cuántos no hemos sentido la mágica sensación de que a través de un abrazo todos los dolores, los miedos, las penas parecen desaparecer por instante y cuántos no nos hemos aferrado con tan fuerza a esa persona especial con el temor de no volver a sentir ese compendio de emociones nuevamente.
Está más que demostrado que los abrazos nos renuevan, nos hacen liberar hormonas que nos hacen tranquilizarnos, sentirnos plenos, sentirnos seguros y de mucho mejor estado anímico.
Un abrazo lo podemos recibir de muchas personas, pero solo pocas podrán contenernos en sus brazos para hacernos sentir en un refugio particular aparentemente creado a la medida de nuestras necesidades.
Algunas veces cuando las palabras no son suficientes o por el contrario, sobran, un abrazo es la mejor muestra de afecto que podemos y nos pueden ofrecer, donde sentimos el cuerpo de otra persona abrigando el nuestro, donde podemos sentir el corazón del otro cerquita y entender que allí tenemos un espacio.
No subestimemos el efecto de un abrazo, por sencillo que parezca sus propiedades son curativas, son recursos que podemos rememorar y volver a sentir esa calidez, son una especie de ansiolítico sin receta, aunque sí que pueden resultar adictivos.
Los abrazos controlan la ira, secan las lágrimas o las invitan a salir con la garantía de que llegarán a buen puerto, que será un mecanismo de drenaje de todo lo que duele, de lo que atemoriza, de lo que frustra. Puede ser que un abrazo no pueda cambiar una realidad, pero sí puede hacernos sentir diferente en relación a ella.
Si no somos de mucho abrazar a quienes nos importan, practiquemos un poco, hasta agarrarle el gusto y preguntarnos, por qué hemos dejado de demostrar afecto a través de algo tan sencillo y con tanto alcance.
Todos necesitamos o al menos nos beneficia en algún momento el sentirnos soportados por alguien más, el sentirnos cuidados, protegidos, el sentir que lo que nos ocurre no solo es de nuestra incumbencia, sino que le dolemos a alguien más, que le importamos a alguien más, que una persona nos quiere y está dispuesta a compartir la carga que llevemos así sea por el corto tiempo que dure esa sublime conexión.
Así que no desperdiciemos ninguna oportunidad de abrazarnos a nuestras personas especiales y simplemente sintamos los beneficios de ese perfecto acoplamiento.
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