Hablar
de mente es hablar de un concepto un tanto abstracto, que no es del todo claro
para muchos. Se trata de una palabra que pretende englobar los procesos que
ocurren en nuestro cerebro: pensamiento, conciencia, percepción, creencias,
deseos, sensaciones, etc. La mente vendría a ser ese terreno en donde tienen
lugar los procesos conscientes, inconscientes y funcionales.
Esa
mente se ve reflejada en las ideas, en las acciones y en distintas
manifestaciones de la actividad cerebral. Todo ello se produce a partir de
procesos estructurados. En otras palabras, toda esa actividad mental no se da
por azar, sino que obedece a patrones o esquemas que se van aprendido a lo
largo de la vida. Esto no quiere decir que sea algo inmutable. En el cerebro,
todo es susceptible de cambiar.
“El cerebro no es un vaso por llenar, sino una
lámpara por encender”.
De
acuerdo a cómo se dan esos procesos, algunos estudiosos del tema han propuesto
la existencia de tres tipos de mente: la rígida, la líquida y la flexible. Cada
una de ellas tiene sus propias características y obedece a lógicas diferentes.
Veamos esto en detalle.
Las
mentes rígidas: la resistencia a adoptar nuevas perspectivas
La
educación es el factor que más influye en la configuración de las mentes. Es
usual que muchas personas con mente rígida sean hijos de padres rígidos
también. Esa rigidez es, en principio, un mecanismo de defensa. Las ideas fijas
te dan una sensación de mayor control y te protegen de la incertidumbre.
Quienes presentan estos rasgos son ideales para desarrollar actividades en
donde lo central sea un factor disciplinario.
No
se detienen a analizar o evaluar la validez de las ideas o de las acciones. Dan
por hecho que todo debe marchar en un sentido muy preciso, que también ya está
predeterminado.
Esto
lleva a que tengan grandes dificultades para crear y por eso suelen limitarse a
repetir. Es posible que se sientan muy confundidos y desamparados si algo o
alguien los saca de su zona de confort. La falta de control sobre las
situaciones suele generarles mucha angustia y sufren por ello.
Las
mentes líquidas: una perspectiva camaleónica:A
las mentes líquidas les ocurre exactamente lo opuesto que a las rígidas. No logran
tener consistencia y por eso se acomodan a lo que sea. Toman la forma del
recipiente en donde se alojan. Son características de personas que han
renunciado a cualquier tipo de control sobre las circunstancias.
Este
tipo de mente representa a las personas que necesitan de algo o alguien que las
dirija. Les cuesta demasiado tomar decisiones y más aún tomar posiciones frente
a la realidad. No saben qué pensar. Y como no lo saben, delegan esa tarea en
otros en los que aprecien esa seguridad que a ellos les falta.
A
quienes tienen este tipo de mentes les cuesta también mucho trabajo ser
perseverantes. Realmente no se fijan metas, sino que dejan que otros se las
impongan y se sienten conformes con ello. Pueden ser muy buenos en labores que
requieran grandes dosis de subordinación. De una u otra manera, se complementan
con las mentes rígidas.
Las
mentes flexibles: un punto de equilibrio
Las
mentes flexibles se caracterizan porque son adaptables. Que sean adaptables no
quiere decir que, como las mentes líquidas, acepten pasivamente lo que hay. Su
adaptación es razonada y creativa. Saben ubicarse dentro de la realidad sin
imponer sus criterios, pero también sin aceptar sumisamente los de otros.
En
este caso es el pensamiento el que guía la acción. La realidad es un objeto que
se procesa y frente al que hay análisis y profundización. Hay apertura a los
argumentos y las evidencias, por eso en las mentes flexibles hay cambio de
opinión y ajuste de ideas. Es, de alguna manera, una mente humilde. No se cree
poseedora de la verdad, pero tampoco cede a lo irracional o erróneo por falta
de criterio.
Todo
esto hace que las relaciones con el mundo sean más afables y constructivas.
También este tipo de mentes crean las condiciones para que se evolucione más.
La vida es cambio y el cambio es positivo porque desafía y al mismo tiempo
ayuda a crecer.
Por
último:Ninguno
de nosotros está encasillado exclusivamente dentro de un solo tipo de estas
mentes. Todos tenemos algo de cada una de ellas, aunque predominen los rasgos
de una o de otra. Tampoco se puede decir que haya “mentes malas” y otras
“buenas”. Sin embargo, sí vale la pena entender que hay formas mentales que nos
ayudan a ser más felices, mientras que otras nos estancan o nos anulan.
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