
Decir que la vida no
tiene sentido es una afirmación que puede parecer, en igual medida, cierta o
imprecisa. Desde una postura pesimista en extremo podría sostenerse que, en
efecto, la vida por sí misma no tiene un significado que le sea inherente.
Nadie puede decir, con absoluta certeza, que estamos vivos por un propósito
específico y, por ello mismo, el corolario que se despende de esa imposibilidad
es que, todo caso, dicho sentido se construye, podría decirse incluso que se
inventa: se trata de una conclusión a la que cada persona llega por medios
propios, en el marco de sus circunstancias. A este respecto, Fiódor Dostoyevski
llegó a escribir, en Los hermanos Karamazov, que “hay que amar la vida antes de
razonar sobre ella, sin lógica: sólo así se puede comprender su sentido”.

Sin embargo, esa
construcción tampoco es tan individual como nos asegura esa postura. Si bien es
cierto que cada persona está llamada a concebir el sentido de su propia
existencia, esa misma invención ocurre en una matriz social y cultural de la
que todos formamos parte. Por eso es posible que algunas personas crean, por
ejemplo, que están vivas para engrandecer la obra de alguna divinidad, o para
ser más compasivos, para mejorar el mundo, etc. Es decir: ya hay “sentidos” de
la vida que, como las cartas de una baraja, es posible “elegir”, a los cuales
el individuo arriba por aparente convicción propia.

Uno de los autores
que mejor exploraron el llamado “absurdo de la existencia” fue sin duda Albert
Camus, el filósofo de origen argelino, formado en Francia, que vivió de lleno
el ambiente de la posguerra y el vaciamiento de sentido que experimentó la
sociedad europea luego de una hecatombe sin comparación en su historia. En ese
contexto, rotas todas las promesas alguna vez hechas por el progreso, parece
lógico que cualquier persona con un mínimo de sensibilidad por la vida se
sintiera desamparada, dubitativa y, en última instancia, decepcionada por la
existencia.
Con todo, como
muchas veces sucede con las posturas calificadas como “pesimistas”, Camus no
nos invita a rehuir a dicho absurdo sino, más bien, a encararlo. A nosotros
ahora esto puede parecernos extraño o improbable, pues nos hemos habituado a
evadir toda expresión de negatividad: el dolor físico, emociones como la
tristeza o la angustia, los fracasos y los problemas. Todo ello nosotros ahora
preferimos no enfrentarlo, sin ver, como nos asegura Camus, que hacerlo puede
convertirse en el inicio de otra cosa. En una entrevista realizada en 1945,
dijo el filósofo, a propósito del absurdo propio de la existencia:

Todo lo que puedo
hacer es responder desde mi perspectiva, dando por hecho que lo digo es
relativo. Aceptar el absurdo en todo lo que nos rodea es un paso, una
experiencia necesaria: no tiene por qué convertirse en un callejón sin salida.
Lo absurdo despierta cierta rebeldía que puede ser muy fecunda. Un análisis de
la idea de rebeldía puede ayudarnos a descubrir otros medios capaces de
restaurar un cierto sentido de la existencia, aunque éste mismo siempre se
encuentre amenazado.
¿De qué nos habla
Camus? En pocas palabras, del malestar que por su condición misma nos lleva a
salir de ese estado. Cuando nos damos cuenta de que la vida es absurda, este
mismo descubrimiento (en combinación, quizá, con el amor por nuestra propia
existencia) nos empuja a rebelarnos en contra de eso absurdo y encontrar una
razón por la cual vivir, un sentido en lo que hacemos, una dirección hacia la
cual dirigirnos.

Pero esto es, en la
perspectiva de Camus, un movimiento de espíritu doble y relacionado, casi
causal: no podemos construir el sentido de nuestra propia vida si antes no
aceptamos que la vida es absurda.
¿Y adónde nos
llevaría la aceptación de ese hecho fundamental de la existencia? En la
experiencia del filósofo, a al menos tres antídotos contra el vacío, según
escribió en El mito de Sísifo:

Del absurdo he
obtenido tres consecuencias: mi rebeldía, mi libertad y mi pasión. Con el solo
juego de la conciencia transformo en regla de vida lo que era invitación a la
muerte…
Vivir en rebeldía
persistente, vivir en libertad, vivir con pasión: asume alguna de estas
posturas frente a la existencia y es muy posible que nada de lo que hagas,
experimentes y vivas te parezca absurdo, jamás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario