jueves, 30 de noviembre de 2017

No es por presumir, pero aprendí a marcharme cuando no me quieren


Muchas personas podrán decir que no tiene tanto mérito retirarse de los sitios donde no nos quieren, que solo basta con tener un poco de amor propio, para actuar en consecuencia, pero la práctica no resulta tan sencilla. Querer permanecer en un sitio, porque nosotros sí queremos, porque nos hemos acostumbrado o porque sencillamente teníamos algunas expectativas diferentes, pueden resultar piedras de tranca.

El primer paso importante que debemos dar es el reconocer que no nos quieren, bien sea porque nunca lo han sentido o porque ya ese sentimiento se ha esfumado. Una vez reconocido, debemos aceptarlo y de la manera menos traumática para nosotros retirarnos con la mayor dignidad posible.

No importa qué hayamos hecho en el pasado, si hemos tolerado escenarios peores, todos tenemos la posibilidad de cambiar, de respetarnos, amarnos y cuidarnos más. Todos tenemos el derecho y el deber de permanecer en un sitio donde seamos queridos y valorados.

Nadie debe conformarse con menos de lo que merece y es justo en este punto donde la mayoría de las personas que atraviesan situaciones que las han expuesto a humillaciones, maltratos, engaños o cualquier otra circunstancia que le las lastimen, tienen algún tipo de problema.

Las creencias de merecimiento son muy importantes, cuando nos sentimos seres con valor propio, con condiciones cautivantes, capaces de enamorar a quien queramos, cuando sabemos lo que somos y lo que estamos dispuestos a entregar, resulta mucho menos frecuente enfrentarnos a situaciones donde no nos quieren o no aprecian nuestra presencia.


Si estamos claros de que merecemos lo mejor, si estamos dispuestos a colaborar con la felicidad de alguien más, si no somos mezquinos en sentimientos y no buscamos solo un bienestar individual, podemos estar tranquilos porque tendremos muy pocas probabilidades de atraer a nuestras vidas experiencias que nos lastimen o nos hagan sentir desubicados.

A veces nos hace falta pasar por ciertas experiencias dolorosas para tomar consciencia de nuestro valor, para entender que es mejor no esperar nada de nadie para no decepcionarnos, pero que por lo general basta con amarnos y establecer los límites de lo que podemos aceptar en cualquier tipo de relación.

Recuerda siempre que tu principal responsabilidad es contigo mismo, si estás en una situación que te lleva a menos, tienes el deber de salir de ella. Equivocarse está bien, confiar en las personas equivocadas puede pasar, enamorarse de alguien que no nos corresponde es un riesgo también, pero no deja de estar dentro de los parámetros normales, pero someternos a una situación dolorosa por no aceptar una realidad o por conformarnos con menos, carece de sentido y nos coloca en un posición donde nuestra dignidad se ve comprometida.

Siempre hay alguien esperando querernos, pero nosotros no podemos postergar el amor propio, debemos sentirlo en cualquier circunstancia y a partir de él tomar las decisiones más convenientes para nosotros

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