La siguiente carta escrita por
Dalai Lama te dejará reflexionando. Sus palabras parecen ser palabras que ya
sabes o que das por conocidas. Pero que no aplicas en tu día a día. Reflexiona
con ellas y date cuenta de cuanto poder encierran en cada una de sus frases.
¡Sin duda alguna pueden ser el
inicio de un cambio importante en tu vida!
La carta dice así:
A un nivel elemental, como
seres humanos todos somos iguales, cada uno de nosotros aspira la felicidad y
cada uno de nosotros desea evitar el sufrimiento. Es por esto, que cada vez que
tengo la oportunidad, trato de llamar la atención de las personas a lo que como
miembros de la familia humana tenemos en común y es: la profunda interconexión
natural de nuestra existencia y bienestar.
Hoy en día, hay cada vez más
aceptación, así como una creciente evidencia científica, que confirma la gran
conexión entre la felicidad y nuestros estados mentales. Por un lado, muchos de
nosotros vivimos en sociedades muy desarrollados materialmente, sin embargo
entre nosotros hay muchas personas que no son muy felices. Bajo la hermosa
superficie de opulencia hay un tipo de disturbio mental que lleva a la
frustración, discusiones innecesarias, dependencia de drogas o alcohol, y en el
peor de los casos, al suicidio. Lo mismo podemos decir sobre tus propios
amigos. Cuando te encuentras en un intenso estado de odio o rabia, incluso tus
amigos más cercanos te parecen fríos, distantes y fastidiosos.
Sin embargo, como seres
humanos estamos dotados con esta maravillosa inteligencia humana. A parte de
eso, todo ser humano tiene la capacidad de proponerse algo y usar esa fuerte
capacidad de determinación en cualquier dirección que le parezca.
Mientras recordemos que
tenemos este maravilloso don de la inteligencia humana; y la capacidad para
desarrollar la determinación y usarla de forma positiva, vamos a perseverar nuestra
subyacente salud mental. Darnos cuenta que poseemos este grandioso potencial
humano nos da una fortaleza importante. Esta realización puede actuar como un
mecanismo que nos permite lidiar con cualquier dificultad, sin importar la
situación que estemos afrontando, sin perder la esperanza o hundirnos en
sentimientos de baja autoestima.
Escribo esto como alguien que
perdió su libertad a los 16 años, luego perdió su país a los 24. En
consecuencia, he vivido en el exilio por más de 50 años durante los cuales los
Tibetanos se han dedicado a trabajar para mantener su identidad Tibetana y
perseverar nuestra cultura y valores.
En la mayoría de los días las
noticias del Tibet son desconsolantes, y aún así ninguno de esos retos nos
lleva a rendirnos. Uno de los enfoques que personalmente encuentro útil es
cultivar el pensamiento: si la situación o el problema es tal que no puede ser
remediado, entonces no hay necesidad de preocuparse al respecto.
En otras palabras, si hay una
solución o una salida a la dificultad, no necesitas abrumarte por ello. La
acción apropiada es buscar una solución. Luego es claramente más sensible el
usar tu energía en la solución más que en preocuparte por el problema.
Alternativamente, si no hay solución, no hay posibilidad de resolución,
entonces no tiene sentido el preocuparse al respecto, porque de todas formas no
puedes hacer nada. En ese caso, mientras más rápido aceptes esa realidad más
fácil será para ti. De otro modo serás incapaz de darte cuenta si hay o no una
solución al problema.
Teniendo una perspectiva
realista y cultivando una motivación apropiada puedes también escudarte contra
los sentimientos de miedo y ansiedad. Si desarrollas una motivación pura y
sincera, si te motiva ayudar a otros por ser bondadoso, compasivo, y
respetuoso, entonces puedes realizar cualquier tarea, en cualquier campo, y
funcionar más efectivamente con menos miedo o preocupación, y, sin tener miedo
a lo que otros piensen; al final podrás alcanzar tu meta.
Incluso si fallas al intentar
lograr tu meta, te podrás sentir bien por haberte esforzado. Pero con una mala
motivación, la gente te podrá alabar o podrás conseguir lo que buscas, pero de
todas formas no serás feliz.
De nuevo, a veces nos podremos
sentir como que toda nuestra vida es insatisfactoria, nos sentimos en un punto
donde nos abruman las dificultades que confrontamos. Esto nos pasa a todos de
una forma u otra en cualquier momento.
Cuando ocurra, es importante
que encontremos una forma de elevar nuestro espíritu. Podemos hacer esto al
recordar nuestra buena suerte. Podríamos, por ejemplo, ser amados por alguien,
puede que tengamos ciertos talentos, puede que hayamos recibido una buena
educación; puede que hayamos hecho ciertos actos altruistas en el pasado.
Debemos tomar en consideración
hasta los aspectos positivos más pequeños. Porque si fallamos en encontrar una
forma de elevarnos nosotros mismos, se corre el peligro de hundirnos más en
nuestra sensación de impotencia. Esto nos puede llevar a creer que no tenemos
la capacidad de hacer nada bueno. Entonces crearemos las condiciones para
desesperarnos nosotros mismos.
Como monje budista he
aprendido que lo que primordialmente altera nuestra paz interior es lo que
llamamos emociones perturbadoras. Todos esos pensamientos, emociones y eventos
mentales que reflejan un estado mental negativo o incompasivo; inevitablemente
reducen nuestra sensación de paz interna.
Todos nuestros pensamientos y
emociones negativas (tales como odio, molestia, orgullo, lujuria, codicia,
envidia, etc.) son consideradas fuentes de dificultad, son perturbadoras. Los
pensamientos y emociones negativas es lo que obstruye nuestra aspiración más
básica: el ser feliz y evitar el sufrimiento.
Cuando actuamos bajo su
influencia, nos hacemos inconscientes del impacto que nuestras acciones tienen
en otros: ellas son así la causa de nuestro comportamiento destructivo tanto
hacia otros como hacia nosotros mismos. Asesinatos, escándalos, y engaños;
todos tienen su origen en estas emociones perturbadoras.
Esto genera inevitablemente la
pregunta: ¿podemos entrenar a la mente? Hay muchos métodos para hacer esto.
Entre ellos, en la tradición Budista, hay una enseñanza especial llamada
entrenamiento mental, el cual se enfoca en cultivar la preocupación por otros y
el convertir la adversidad en una ventaja.
Es este patrón de pensamiento,
el transformar los problemas en felicidad; lo que le ha permitido al pueblo
Tibetano mantener su dignidad y su espíritu frente a estas grandes
dificultades. Ciertamente he encontrado este consejo muy práctico en mi propia
vida.
Un gran maestro del
entrenamiento mental una vez explicó que una de las características más
maravillosas de la mente es que puede transformarse. No me cabe duda alguna de
que aquellos que intenten transformar sus mentes, superar sus emociones
perturbadoras y alcanzar la paz interior, van a, en cierto periodo de tiempo,
notar un cambio en sus actitudes mentales y sus respuestas a las personas y las
situaciones.
Sus mentes serán más
disciplinadas y positivas. Y estoy seguro que van a encontrar una sensación de
mayor felicidad mientras contribuyen a la felicidad de otros. Yo rezo para que
todo aquel que haga de esto su meta sea bendecido con el éxito.
El Dalai Lama
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