Antonio Machado Ruiz
(Sevilla, 26 de julio de 1875 - Colliure, 22 de febrero de 1939) fue un poeta
español, el más joven representante de la Generación del 98. Su obra inicial,
de corte modernista (como la de su hermano Manuel), evolucionó hacia un
intimismo simbolista con rasgos románticos, que maduró en una poesía de
compromiso humano, de una parte, y de contemplación casi taoísta de la
existencia, por otra; una síntesis que en la voz de Machado se hace eco de la
sabiduría popular más ancestral. Dicho en palabras de Gerardo Diego, «hablaba
en verso y vivía en poesía». Fue uno de los alumnos distinguidos de la
Institución Libre de Enseñanza, con cuyos idearios estuvo siempre comprometido.
Murió en el exilio en la agonía de la Segunda República Española.
Los textos iniciales de
Machado, comentarios de sucesos y crónicas costumbristas escritos en
colaboración con su hermano y firmados con el seudónimo Tablante de Ricamonte,
aparecieron en La Caricatura en 1893. Sus primeros poemas se publicaron en
Electra, Helios y otras revistas modernistas, movimiento con el que Machado se
sentía identificado cuando comenzó su labor literaria.
A continuación te
presentamos este hermoso poema de su autoría:
A un olmo seco - Antonio
Machado
Al olmo viejo, hendido por
el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y
el sol de mayo
algunas hojas verdes le han
salido.
¡El olmo centenario en la
colina
que lame el Duero! Un musgo
amarillento
le mancha la corteza
blanquecina
al tronco carcomido y
polvoriento.
No será, cual los álamos
cantores
que guardan el camino y la
ribera,
habitado de pardos
ruiseñores.
Ejército de hormigas en
hilera
va trepando por él, y en sus
entrañas
urden sus telas grises las
arañas.
Antes que te derribe, olmo
del Duero,
con su hacha el leñador, y
el carpintero
te convierta en melena de
campana,
lanza de carro o yugo de
carreta;
antes que rojo en el hogar,
mañana,
ardas en alguna mísera
caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un
torbellino
y tronche el soplo de las
sierras blancas;
antes que el río hasta la
mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi
cartera
la gracia de tu rama
verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y
hacia la vida,
otro milagro de la
primavera.
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