El autoconocimiento es una de las cosas más importantes a las que debemos aspirar como seres en desarrollo, es lo que nos permite a ciencia cierta saber cuáles son nuestras fortalezas y cuáles son nuestras oportunidades de mejora, nos permite adquirir las herramientas necesarias para interactuar de forma adecuada con nuestro entorno y nos da la oportunidad de trabajar por una mejor versión de nosotros mismos en el transcurso de nuestras vidas.
Muchas veces ocurre que las virtudes o defectos son evidentes para el mundo entero, menos para quienes los portan. Cuando hablamos de las virtudes, el desconocimiento no genera ningún tipo de daño colateral, solo sentirá el beneficio de la buena acción y a lo largo de su vida recolectará el fruto de lo sembrado a través de esas virtudes.
Sin embargo, cuando una persona es especificamente cruel y lo desconoce, no lo asume o sencillamente se siente en balance una buena persona, puede generar muchos problemas a quienes la rodean, ya que actuará desde su lado oscuro, sin medir las consecuencias y justificando sus acciones, bajo el disfraz del beneficio y la bondad hacia los demás.
Las personas crueles suelen manifestar esta forma de ser ante personas que perciben más débiles o indefensas, por lo general la crueldad viene acompañada de un sentimiento de superioridad, de sentirse más o mejores de quienes le rodean, de una necesidad de poder y control y una necesidad imperiosa de imponer su voluntad.
Quienes poseen estas características pueden asegurar que le están haciendo un favor a quienes se cruzan por su camino, pueden desmoralizar la vida de muchos, pueden cortar alas sigilosamente sin siquiera verse salpicados, son especialistas desmotivando, apagando sueños, hiriendo, lastimando y llenando corazones de desesperanza.
La crueldad, como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser practicada.
Las víctimas que más se ven afectadas por este tipo de personas, paradójicamente, son aquellas con las que tienen un vínculo afectivo más fuertes, bien sea de padres a hijos, de pareja o de cualquier tipo que demande una relación cercana, aunque sus dosis de crueldad pueden ser dejadas a su paso a discreción y con el pleno convencimiento de que están haciendo el bien por doquier.
Este tipo de personas puede inclusive hacer ver y peor aún sentir a sus víctimas como sus victimarios, teniendo una habilidad extrema para librarse de responsabilidad y culpabilizar a otros. Es importante, como en cualquier tipo de maltrato, preservar la integridad de la víctima, procurando si es preciso marcar la distancia y procurar poner en evidencia para quien maltrata de esta manera su conducta, a fin de colaborar con lo que para ella está en su campo ciego.
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