
Cuando nada parece salirnos
bien y tenemos la impresión de que la vida nos aborda con una mueca de
antipatía, mantener el buen ánimo y creer que las cosas mejorarán no es nada
sencillo. Con frecuencia, es mucho más fácil hundirnos en el pesimismo y la
victimización que abordar los problemas con buena cara; recordar, en momentos
como este, que no todo pinta desafortunado y que aún hay muchas cosas por las
que deberíamos sentirnos dichosos cada día es esencial para no vernos
sepultados por las dificultades y mantener una actitud optimista de cara al
nuevo sol.
Lee los siguientes
recordatorios con atención, procura mantenerlos a mano o grábalos en tu memoria
y repítelos cada vez que sientas que las adversidades amenazan con extinguir tu
fuego interior. Recuerda, Buda lo dijo: “Nada pueda hacerte más daño que tus
pensamientos”. Conquista la tempestad que hay dentro de ti y nada en el
exterior podrá apagar tu espíritu.

1. Todo cambia, nada permanece
igual: Si la vida te sonríe,
muéstrate agradecido y disfruta cada instante, porque no durará eternamente. Si
las cosas van mal y la desesperación se apodera de ti, haz una pausa y observa
a tu alrededor, notarás que muchas cosas eran distintas antes y sabrás que tu
mala racha tampoco durará eternamente.
La naturaleza de la vida es
cambiante. ¿O acaso los árboles y las plantas no mudan sus hojas y las orugas
jamás se convierten en mariposas?
Todo puede pasar, y esta es
una verdad maravillosa. Si consigues
entender que los altibajos de la vida representan la danza natural de la
existencia, aprenderás a bailar con gracia incluso cuando la música no sea de
tu agrado, porque recordarás que tarde o temprano el ritmo cambiará y será el
momento de demostrar tus mejores pasos.

2. Concéntrate en lo miserable
y serás miserable. Enfócate en lo bueno que aún queda y abrirás la puerta a la
bondad:Aquello en lo que decides depositar
tu atención se convierte en tu realidad. La joven Anna Frank lo dejó plasmado
en sus memorias como una lección de grandeza y rebelión pacífica ante las
injusticias: “No veo la miseria que hay, sino la belleza que aún queda”. Porque
hundirse en la noche no hace más que oscurecer las sombras, pero dirigir la
vista al cielo es un recordatorio de que hay obsequios de la vida que sólo
pueden apreciarse en la oscuridad.
En los peores momentos es
cuando afloran los verdaderos amigos, los amores sinceros, las voluntades
desinteresadas y nuestra mayor fortaleza.
3. El dolor es buen maestro
para quien desea aprender:Un proverbio japonés dice: “La
medicina más amarga para la boca es también la mejor medicina”. En cuanto a
esto, el dolor que emana de las heridas más profundas es el remedio perfecto
para prevenir futuros males, es la voz de alerta para ser más prudente en
determinadas circunstancias y evitar agravios al corazón.

Desde luego, la enseñanza sólo
permanece para quien está dispuesto a aceptar con humildad los errores propios
y ajenos, y perdonarse a sí mismo y a los demás.
4. Una desilusión amarga será
siempre mejor que un engaño dulce:“De no haber sido esto, habría
sido otra cosa”, dicen algunas personas cuando un descubrimiento desagradable
los sorprende. Y es que nadie acostumbra estar preparado para las malas
noticias, sin embargo, afrontar los peores imprevistos con la sabiduría de que
todo rato mal pasado deja una enseñanza valiosa, sin duda alivia las penas.

Toda desilusión así envuelva
un corazón roto es un despertar necesario a la verdad. Una traición o
decepción trae consigo la posibilidad de definir qué tanto hay de cierto y real
en nuestra vida y qué aspectos eran, en cambio, tierras movedizas donde ya no
volver a reposar nuestra confianza.
5. Deja ir lo que te lastima y
sostén lo que te hace fuerte:El dolor es una experiencia
que puede contribuir a nuestro crecimiento personal y hacernos más resistentes
ante los embates de la vida. No obstante, aferrarse al dolor, rememorarlo una y
otra vez, es pernicioso y genera el efecto contrario: debilitarnos, hacer de
nosotros personas desconfiadas, resentidas, con complejo de víctimas.

Vive tu dolor,
experimenta rabia, coraje, indignación… Pero no hagas de estas emociones
negativas la salida final a la situación que estás viviendo. Suelta, así sea
lentamente, todo lo que esclavice tu espíritu y te cause inquietud, y quédate
en cambio con lo positivo, lo que vale la pena ser recordado por la
eternidad.
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